Avanza la tecnología y muchos se siguen haciendo la misma pregunta, en una época donde ya se habla de robots, automóviles sin conductor y los científicos siguen anunciando descubrimientos ¿cómo es posible que nadie haya regresado a la luna?

Han pasado casi 50 años desde que la misión Apolo comandada por Neil Armstrong pisó la superficie lunar, la primera vez que un grupo de astronautas (Armstrong, Aldrin y Collins) viajaron al único satélite natural de la tierra.

Según información oficial de la NASA, una docena de astronautas (en un total de seis misiones Apolo) realizaron el viaje espacial entre 1969 y 1972, Eugene Cernan y Harrison Schmitt, mucho menos conocidos que Armstrong y sus amigos, fueron los últimos en llegar a la luna, un 14 de diciembre de 1972.

¿Antes no era más difícil?

Parece obvio que en esta época resultaría más fácil por la ayuda de la tecnología enviar a un nuevo grupo al espacio, pero hay factores que pasan incluso por encima de la tecnología, como la economía, pues es enorme el gasto que generaría volver a mandar a un hombre fuera de la atmósfera terrestre; y también están los intereses políticos.

Dicen que la competitividad saca lo mejor de cada oponente, y fue en plena guerra fría cuando John F. Kennedy según el diario El País dijo: “Creo que esta nación debe comprometerse a lograr el objetivo, antes de que termine esta década, de que un hombre aterrice en la Luna y regrese sano y salvo a la Tierra”. Y lo logró a pesar de que la antigua Unión Soviética había partido con ventaja al lanzar el primer satélite artificial de la tierra (Sputnik, 1957), el primer animal (la perra Laika, 1957) y al obtener las primeras fotos de la superficie lunar en 1959.

“Enviar una nave tripulada a la Luna era excesivamente costoso y realmente no ha existido una justificación verdaderamente científica para sostenerla”, explica a BBC Mundo Michael Rich, profesor de Astronomía de la Universidad de California en Los Ángeles.

NASA
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Además, durante los años en el que se puso en marcha el programa Apolo, el gobierno de los Estados Unidos asignaba un 5% del presupuesto federal a las misiones de la NASA, hoy en día, el aporte es menor al 1%.

Rich menciona a la BBC que sin la necesidad política, y con el gasto que significó la misión Apolo, no hay una justificación lo suficientemente poderosa para volver al menos para los Estados Unidos, más después de haber ganado la puja durante la guerra fría.

“En la práctica, es muy difícil convencer al Congreso de aprobar un presupuesto tan desmesurado cuando desde el punto de vista científico no había suficientes razones para regresar a la Luna. El proyecto Apolo para llevar el hombre a la Luna fue grandioso, pero poco productivo científicamente hablando. En aquellos años, los estadounidenses estábamos convencidos de que destinar esa cantidad para estos proyectos era necesario. Después de esos años, creo que la gente no estaría muy convencida de que sus impuestos se destinaran para pasear por la Luna”, expresó Rich.

La duda, para los altos mandos mundiales, pasa más por si es científicamente necesario realizar tal inversión, visto que el envío de satélites, robots, las exploraciones en Marte, la constante búsqueda por conocer cada rincón de nuestra constelación fue prioridad y ha funcionado en los últimos años.

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Trump quiere volver a la luna y llegar a Marte

Lo quiso intentar Bush en 2004, pero el tema presupuestario también fue un obstáculo. Este año Donald Trump firmó una orden para que la NASA se enfoque en nuevos objetivos, como volver a la Luna, para establecer una colonia que posteriormente ayude al envío de astronautas a Marte y otros planetas.

Lo que los más escépticos ven como una ‘confirmación’ podría tener un motivo político, al menos eso sugiere el profesor Rich. “Creo que quiere dar la idea de que Estados Unidos no se quedará atrás en la nueva carrera espacial”, indicó.

Pese a que Trump tiene los mismos obstáculos que Bush, que países como China y Rusia hablen de planes para ir a la Luna puede ser la diferencia. El detonante de competitividad que hubo durante la guerra fría, podría ser el impulso extra para que Estados Unidos explore nuevamente el único satélite natural del planeta tierra.