El viernes pasado, en San Antonio, Texas, Estados Unidos, un colegial de 14 años vendió un paquetito de 10 acciones de la empresa de juegos electrónicos GameStop que su mamá le había regalado en diciembre, para interesarlo en la especulación bursátil. La señora había comprado esas acciones en diciembre en menos de 50 dólares. Y ahora, al venderlas, el muchachito recibió nada menos que $3.200 dólares. ¡O sea, una ganancia del 6 mil por ciento!

Por supuesto el chiquillo se sintió doblemente feliz, tanto por sus enormes ganancias instantáneas, como por la oportunidad de hacer aquella venta antes de que la gran compañía “Robin Hood” de corredores de la bolsa de Wall Street ordenara paralizar totalmente las compraventas de esas acciones, junto a varias otras como las acciones de Nokia, Blackberry, Sundial Growers y Tossie Toll.

Es decir, bastó una llamada telefónica de la Robin Hood y nadie más pudo comprar ni tampoco vender ninguna de aquellas acciones.

En estos momentos se está analizando jurídicamente sobre esa prohibición, que podría ser configurada como una acción criminal en contra del normal derecho de la gente de comprar y vender acciones libremente, y es posible que se derive hasta una querella gigantesca.

Pero ¿qué es lo que había ocurrido en realidad? Vamos viendo.