Todos. Políticos, empresarios, trabajadores, estudiantes, todos los que tienen al menos dos dedos de frente, tienen muy en claro que desde fines del siglo pasado hasta 2013 los gobiernos progresistas de América Latina estaban construyendo un modelo nuevo de desarrollo.

En Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua y Venezuela. Y en general lo estaba haciendo bien, a pesar de la caída generalizada del comercio mundial con la crisis de Estados Unidos que estalló en 2008.

El frenazo de la economía en el caso de Chile, por ejemplo, implicó que el cobre perdiera más del 30% de su precio. De allí que los ambiciosos programas de desarrollo social se vieron estancados.

Para Venezuela, la verdadera crisis catastrófica en realidad se produjo en junio de 2014, cuando el precio del petróleo, que había llegado a 115 dólares el barril, se derrumbó brutalmente al extremo que en diciembre de 2015 ya se había reducido a sólo 37 dólares. O sea en 18 meses los ingresos de Venezuela por sus exportaciones petroleras habían caído a menos de la tercera parte.

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