1940, gobierna en Chile don Pedro Aguirre Cerda. En Europa y el Sudeste Asiático, la Segunda Guerra Mundial desgarra a la humanidad. En nuestra América Latina, la gente se informaba con avidez por las radios de onda larga, y los confiables diarios en papel barato, con pocas fotografías, y cada uno con su propio sesgo político.
Y sin embargo, allí decían la verdad “casi” completa. A veces, por supuesto, se difundía alguna falsedad o, incluso, alguna calumnia.
Pero los periodistas no inventaban esas falsedades, se limitaban a reproducir lo que los protagonistas de las noticias declaraban. Y, si resultaban falsas, los mismos periodistas se encargaban de denunciarlo, por eso la gente confiaba en el periodismo.
Cualquiera, con unas moneditas, podía comprar varios diarios de ideologías opuestas, y contrastarlos para hallar en unos las noticias que otros quizás callaban.
Y por eso el poder de la prensa era suficiente para movilizar multitudes y presionar eficazmente a la clase política. La gente estaba alerta, discutía cara a cara con sus líderes, se formaban opiniones y salía a expresarlas a las asambleas y las calles.
Escucha la crónica de Ruperto Concha.