La semana pasada terminé de leer la propuesta de nueva Constitución, apuntando lo que me gustaba, lo que no, lo que me preocupaba y lo que me requería más investigación. También releí parte de la Constitución actual para comparar.

Hay 4 conclusiones que me gustaría compartir.

1. No creo que “Apruebo” o “Rechazo” sean opciones correctas o incorrectas. Tengo amigos que han definido sus votos en ambos sentidos y comprendo sus razones. Nadie es bueno o malo. Nuestras experiencias, conocimientos e intereses nos llevan a evaluar las cosas de distinta forma.

2. La propuesta no es un “mamarracho” como algunos la tachan. Tiene puntos muy interesantes y hasta urgentes como en medio ambiente o descentralización. Aún así, tiene falencias importantes y deja puertas abiertas a cosas que es difícil saber cuán bien o mal podrían evolucionar.

3. La CC no fue “La casa de todos”. El texto se hizo bajo un prisma de grupos de interés, sobre todo indigenistas, ecológicos y de DDHH, que excluyeron a otros. También muy marcada por su lado del estallido social, así como la Constitución del 80 se centró en la supresión del terrorismo.

En teoría esto no es malo, pero dejó fuera la visión de empresarios, agricultores, forestales, policías y otros grupos que son parte importante de nuestro país. Quedé con la sensación de que la CC asumió que su visión del mundo es la correcta para todos.

Ejemplo: la propuesta tiene sólo un breve artículo sobre derecho al emprendimiento económico (A80) y otro igual de acotado sobre seguridad ciudadana (A53), mientras que hay 5 detallados artículos (A86-90) sobre derechos digitales. Y aunque los celebro, me asombra la disparidad.

En las cosas que realmente valoro están definiciones de derechos como el aborto (A61) o la eutanasia (A68). También que nunca tuvimos una posibilidad más real de ser un país casi “federal”, con verdaderos gobiernos locales independientes de Santiago.

Pero aquí penó un debate transversal. ¿La capacidad de endeudarse de un gobierno local (A350) fomentará el desarrollo o acabará con la responsabilidad fiscal que ha caracterizado a nuestro país? Algunos economistas temen que acabemos con regiones quebradas como Brasil.

Otra gran duda es la debatida expresión del “justo precio” frente a una expropiación (A78). No especificar quién y cómo se determinará este valor es extender un cheque en blanco, considerando que cualquier monto bajo el de mercado ocasiona un daño al patrimonio de su propietario. Y esto no sólo afectaría a Horst Paulmann, sino también a la señora Juanita.

Un último punto es que me llaman la atención los extremos. Mientras en la Constitución del 80 no hay una sola mención a los PPOO, en la propuesta hay 31 artículos de referencia indígena. Nuevamente, en teoría no es malo, pero ahora los hace ver como un grupo privilegiado. Una ironía, ¿no?

4. Finalmente, creo que la decisión de votar Apruebo o Rechazo debería tomarse sopesando tu grado de conformidad o disconformidad con la Constitución actual, versus tu nivel de incertidumbre (de haberlo) con los elementos de la Constitución propuesta.

Considera algo: las Constituciones no son cartas mágicas. He escuchado a mucha gente decir con ingenuidad que ahora las cosas cambiarán porque X artículo estipula que el Estado debe garantizar, proteger o promover los derechos de Z.

Sí, suena muy bien, pero la actual Constitución también estipula que en Chile no hay personas ni grupos privilegiados o que todos tenemos derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación y ya ven donde estamos.

Una muestra: la ley 20.998 que debería regular los comités rurales de agua potable fue promulgada en 2019 pero todavía no se implementa ni menos fiscaliza porque “no hay recursos”. Demostración que del papel al hecho, hay mucho trecho.

Voten tranquilos, respetando a los demás y sin ánimo de “derrotar” a nadie. Ninguna de las opciones es el fin del mundo, ninguna es la panacea. Salvo quienes tengan intereses políticos o económicos, todos votaremos pensando en lo mejor para Chile y recuerden que el 5 de septiembre volverá a salir el sol.