Para nadie es un misterio el lazo que Gustavo Cerati mantuvo con Chile a lo largo de su vida. Si recorremos en detalle su biografía, no fueron pocas las veces en que el país marcó significativamente la hoja de ruta del trasandino, quien incluso se radicó en Santiago una vez que disolvió su “alma máter”, Soda Stereo.

El vínculo se remonta, justamente, a sus días como líder del trío new wave, quien inauguró oficialmente la “Sodamanía” en América con su recordada visita a Chile en 1986, donde fueron recibidos como auténticos rockstars.

Un año más tarde repitieron el hito con una presentación doble en el Festival de Viña del Mar 1987, donde fueron los invitados más populares de dicha edición.

Con desórdenes en el Hotel O’Higgins y la banda teniendo que abandonar el inmueble como incógnitos para esquivar a los fans, el rostro de Cerati se hizo popular no sólo aquí sino en gran parte de Latinoamérica, principalmente gracias a Viña.

Ese año, con Soda Stereo, visitó Puerto Montt en el marco de la “Semana puertomontina”, donde una falla eléctrica obligó a suspender la prueba de sonido. El lapsus, dio paso a una “pichanga” en el pasto del Estadio El Chinquihue, tal como detalla As.com.

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En una de esas bulladas visitas conoció a la chilena que años más tarde se convertiría en su esposa: Cecilia Amenábar. Con ella contrajo matrimonio el 25 de junio de 1993 en la iglesia Los Misioneros de Pedro de Valdivia Norte, en Santiago, en una comentada ceremonia.

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Tras la unión formal -un hito para la prensa de espectáculos de la época-, vino la fiesta en el Club de Polo de Vitacura, donde fueron los mismos Soda Stereo quienes hicieron bailar a los presentes ya entrada la madrugada.

La residencia de los Cerati-Amenábar se estableció en el sector Oriente de la capital, en un departamento del barrio El Golf. Fue allí donde trabajó en su primer disco solista, Amor Amarillo, donde incluso se dejan ver algunos guiños a la capital.

“Tuve la oportunidad de comer con él varias veces. En la época cuando vivió en Chile tuve contacto. Acá hizo una vida súper normal, criando a su hijo, y más bien descansando”, recordó en 2014 uno de los amigos de los Cerati-Amenábar: Marcelo Comparini, en diálogo con el diario hoyxhoy.

Ya instalado en Chile, y con la disolución de Soda Stereo a la vuelta de la esquina, Cerati emprendió una de sus inquietudes artísticas más connotadas: su afición por la música electrónica.

En la “larga y angosta faja” se gestó, quizás, uno de sus proyectos más experimentales: Plan V, un colectivo en el que también participaron los nacionales Andrés Bucci, Christian Powditch y Guillermo Ugarte.

Bucci lo contextualiza así: “Creo que Plan V ayudó a masificar ciertos géneros de la música electrónica como el trip hop o el chill out”.

“Música que no es necesariamente de baile pero que se enmarcó dentro de un movimiento un poco subterráneo de la música alternativa tanto en Santiago como en Buenos Aires”, agregó en 2014.

“El primer disco lo grabamos en la Disquería Background, de Hugo Chávez, quien fue el productor. El lugar era genial, estaba en pleno Providencia, con todas las cafeterías y comercio, mientras nosotros tocábamos abajo. Venía gente a escuchar y comprar música mientras pasaba todo esto”, recordó.

Marcelo Comparini explica la cercanía del trasandino: “Gustavo Cerati, más allá de la imagen que todos como fans podríamos haber tenido, era una persona absolutamente normal”.

Javier Sanfeliú, locutor de Radio Concierto en esos años, lo entrevistó junto a Cristian Warnken en 1995. “Llegó a las 6:30. Se quedó todo el programa. Le dimos café y conversamos de todo. Se veía pleno. Después supe que era fan de la radio”, rememoró.

Cuando iba a lanzar Bocanada (1999), Cerati incluso programó una sesión de escucha en el barrio Bellavista, donde Sanfeliú fue uno de los invitados.

“Organizó algo para tener feedback de ese proceso, en un club. Un grupo de amigos se juntó ahí y escuchamos lo que a los meses sería ‘Bocanada’, que lo tenía muy motivado”, dice.

Durante los noventa, además, visitó diversos programas de TV locales. Estos registros, por ejemplo, son de su paso por Venga Conmigo y Rock and Pop.

El matrimonio con Amenábar se disolvió a inicios del nuevo milenio, en 2002, cuando Cerati regresó a Argentina y a su vida de estrella. Desde allí, siempre de deshizo en halagos para Chile.

Con motivo del terremoto del 27 de febrero de 2010, fue uno de los primeros artistas en utilizar sus redes sociales para coordinar ayuda para los damnificados. Estos tweets del 27/F lo testifican:

Desde esa vitrina fue uno de los impulsores del festival “Argentina Abraza a Chile”, un recital solidario montado días después en Buenos Aires, el sábado 13 de marzo, con Cerati y Andres Calamaro en el cartel de invitados.

La cita sirvió para recolectar alimentos no perecibles, ropa, frazadas y medicamentos para las víctimas, además de otros insumos.

Días antes también había sido parte de la campaña “Chile Ayuda a Chile”, desarrollada por Don Francisco. “Tenía más de un millón de seguidores en Twitter. Era el canal de la campaña para Latinoamérica”, contó Sanfeliú.

Los días chilenos de Cerati, en definitiva, fueron mucho más que una estadía: Benito, su hijo, también es chileno, y hasta el día de hoy mantiene lazos con el país y su familia trasandina.

En las calles de Providencia, Recoleta, Vitacura o Las Condes, el argentino pudo llevar una vida mucho más tranquila a la que llevaba en Buenos Aires, lejos de cualquier tipo de “Sodamanía”.

En familia y amigos, coinciden los entrevistados, Cerati pudo disfrutar y dejarse querer de nuevas formas. “Le llamaba la atención eso. El chileno tiende a ser cariñoso con los extranjeros. Y él, acostumbrado al acoso, lo agradecía”, contó Comparini.