"Mistral, una vida: Solo me halla quien me ama", es el primer tomo de una saga biográfica sobre Gabriela Mistral a cargo de la académica estadounidense Elizabeth Horan. Aquí, la experta repasa sus primeros 33 años de vida y desmiente varios mitos al respecto.

En “Mistral, una vida: Solo me halla quien me ama”, la académica y escritora estadounidense Elizabeth Horan inicia una saga biográfica que pretende develar aspectos hasta ahora poco abordados de la flamante Premio Nobel de Literatura de 1945.

Se trata del tomo 1 de una entrega a cargo del sello Lumen, donde se relatan los primeros 33 años de vida de la oriunda de Vicuña. Una época clave en su formación, donde entabló incipientes redes en el mundo de la educación y donde ya se dejan ver las hebras de lo que serían algunas de sus obras fundamentales.

“Es un periodo clave, porque aquí ella conoce todo Chile. No conoce Isla de Pascua, no va a la Antártica, pero vivió a lo largo de Chile, estuvo desde Antofagasta hasta Punta Arenas y lo hizo cuando era muy joven”, cuenta a BioBioChile.

“Tuvo puestos muy importantes en cada escuela donde trabajó. Era insólito que alguien como ella llegara a ser directora de un liceo en Santiago, por ejemplo. Eso fue muy importante en su carrera educacional. Una pregunta que yo hago aquí es cómo lo hizo. ¿Cómo es que una chica nacida en un valle remoto, sin ninguna ventaja de apellido, de educación ni de belleza, ni proveniente de una familia importante, llegara a la cima de cuatro carreras mundiales? Poesía, Educación, Periodismo (publicó más de 800 artículos) y Diplomacia. Fue una de las primeras mujeres en la diplomacia chilena”, remarca Horan.

Parte de esas interrogantes se responden en el texto de 404 páginas, donde también se aborda la veta viajera de Mistral.

“Yo diría que el viajar fue su musa. Se nota en su poesía que cuando ella está viajando, cuando se traslada a un lugar nuevo, muchas veces su mejor poesía viene de esos tiempos. Cuando está pensando en viajar, viajando y un poco después de radicarse en un lugar nuevo. Es una musa para ella”, explica.

Amor heterosexual: El gran mito sobre Gabriela Mistral

En “Mistral, una vida”, conocemos el deambular de Lucila Godoy Alcayaga por ciudades como Santiago, Antofagasta, Los Andes, Punta Arenas y Temuco, y el proceso que impulsó la gestación de una de sus obras cumbre: “Desolación”. Más importante aún, conocemos la labor fundamental que tuvieron las secretarias de Gabriela Mistral en su vida y legado, donde en este periodo destaca Laura Rodig (de alguna forma, también su centinela).

Sobre cuáles fueron los mitos más grandes que desmintió en torno a la biografía de la autora, Horan explica: “La absoluta irrelevancia del amor heterosexual como motivo de su poesía o de su prosa; es irrelevante a Mistral”.

“Es falso que Gabriela Mistral escribe de y/o por los niños que se le han sido negado, porque su gran amor Romelio Ureta se suicidó. La obstinada persistencia del mito de Romelio Ureta refleja la vanidad masculina que quisiera imaginar una mujer sollozando a la tumba, destrozándose como parece (ser) el tema de los Sonetos de la Muerte, supuestamente escritos para honrar a este hombre suicida que no fue nunca, de hecho, un ‘amado’ de la poeta”, dice.

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“Hay que reconocer que los sonetos no identifican a ningún ser amado/amada. Nunca. Igual como en el poema ‘El Ángel Guardián’. (Hay que) derrumbar el mito del amor heterosexual como motivo en los escritos poéticos mistralianos”, sintetiza.

Sobre este punto, Horan, una de las académicas que más conoce la historia de la autora en el mundo, enfatiza: “No hay tal (amor heterosexual). En vez de ello, mi libro muestra cómo la intersexualidad pobla los escritos tempranos de Mistral. En aquella época (primeras décadas del siglo XX) lo ‘intersexual’ equivale a lo que hoy llamaríamos lo no-binario”.

“Mistral es un ser no-binario por excelencia, y es evidente en su poesía desde 1910, de sus cartas ídem. Desde 1910, en adelante, en sus cartas a poetas Mistral pide que ellos no piensen ni traten a su destinatario como una mujer, aún menos una mujer joven. En sus cartas más calientes, más sexuales al poeta Magallanes Moure (escritas en Concepción en febrero de 1915), Mistral imagina que Magallanes es un árbol a quien Mistral acaricie”, dice.

“Mistral se sitúa en un mundo de hombres y les pide, una que otra vez, que ellos no ‘la’ traten como mujer. Es una diva (¿o un divo?) con muchos seguidores que son hombres, quienes como ella rechazan los lazos del género sexual. Hombres queer como Alone (Hernán Diaz Arrieta), Eugenio Labarca, Alberto Nin-Frías. Y mujeres como Laura Rodig, otro ser bastante andrógino en aquella época”, comenta.