La novela de Simón Ergas es una suerte de larga pesadilla de un burócrata atrapado por la burocracia y su pasado. Una historia kafkiana sobre memoria y dignidad. De sometimiento o rebeldía recurriendo a temas actuales: Sequía, luchas sociales, burocracia aplastante, ciudadanos transformados en “Sujetos de Deuda”...

Una historia kafkiana

A. Prieto es un burócrata ejemplar que trabaja en la Oficina de Correos. Su madre, después de 10 años sin verla ni comunicarse con ella, llega desde el campo a su departamento. Viene a hacer un reclamo a la Oficina del Agua. De paso, conmina a su hijo a hacer lo mismo, puesto que en el departamento casi no hay agua.

En el campo, la sequía empezó antes de A. Prieto se fuera a la ciudad. Es provocada por grandes plantaciones de frutales, paltos en especial. La madre de Prieto se opuso de manera férrea a ellas, a los abusos, a una sequía provocada.

En la ciudad, la sequía ha sido un proceso paulatino que ha llevado a suprimir las duchas, a no lavar la ropa, entre muchas cosas.

A. Prieto, experto burócrata respetuoso al extremo de las reglas y los formalismos, empieza a sucumbir. Como “Sujeto de Deuda”, con un chip inserto en su cuerpo que permite “incorporarlo” a la sociedad y sus trámites, no es reconocido por el sistema. De ahí en adelante, todo será una gran pesadilla.

“Prieto recurrió a la lógica, olvidando que aquello no tenia cabida en ninguna burocracia…” (pp 143)

Un relato angustiante

Simón Ergas nos introduce en un relato denso, angustiante. Muy bien escrito, presenta una sociedad donde el agua es extremadamente escasa. Su carencia no sólo ha alterado la vida cotidiana, ya ha empezado a secar plantas, a afectar a las mascotas. La sed es permanente. La falta de aseo y el mal olor también.

Por otro lado, la sociedad está regida por sistemas burocráticos agobiantes, absurdos, incoherentes, de los cuales, aparentemente, no se puede escapar. Un sistema de “Sujetos de Deuda” que no pueden escapar del sistema. Un sistema que sólo reconoce deudores a través de un chip. Sin chip y sin deudas, el sistema no reconoce a las personas. Entonces, éstas no existen…

“Cualquier cosa fue antecedida por la silla del rincón que habló con voz curiosamente sin cuerpo, sin tono, sin forma, como la que salía de las pantallas, y aclaró que en ese lugar no se permitirían críticas a la institución.” (pp 138)

Finalmente, el relato se completa con situaciones alucinantes, faltas de lógica. Una realidad donde las personas parecen autómatas que han perdido la voluntad, la dignidad, el sentido de vivir.

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Contenidos contingentes

Ergas recurre, en este llevar al lector a esta pesadilla alucinante, a temas contingentes. El cambio climático, la sequia, la urgencia hídrica, el abuso institucional, la pérdida de derechos. Una crisis que llega al absurdo, que, como fantasmas, remueven miedos profundos.

La burocracia y los sistemas “inteligentes” que se supone solucionan y facilitan los procesos, pero muchas veces los complican y, cuando fallan, pueden llevar a verdaderas situaciones kafkianas. Son sistemas hechos en función de la burocracia, de las instituciones y no de las personas. Donde las personas comunes sólo son consideradas deudores (ya ni siquiera consumidores o clientes).

Por ultimo, está el tema de la pérdida de la identidad de las personas: no es sólo el chip, es el transformar a las personas en “Sujetos de Deuda”, en números, en objetos, en seres sin dignidad.

La Oficina del Agua

Este libro puede recordar a Kafka, en lo agobiante, engorroso y absurdo de las situaciones. También puede remitir a Carlos Droguett, en esa escritura reiterativa, que se detiene en detalles aparentemente irrelevantes, en lo alucinante.

Simón Ergas nos alerta con La Oficina del Agua de un posible futuro cercano, una pesadilla que puede ser premonitoria.

La Oficina del Agua de Simón Ergas, Alquimia Ediciones (c)

La Oficina del Agua

Simón Ergas
Alquimia Ediciones
Septiembre de 2021