Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí.

Augusto Monterosso.

Golpe de Estado y Dictadura

En Chile hubo un golpe de Estado y una larga dictadura, que violó de manera sistemática los Derechos Humanos. Estos son hechos indesmentibles. Y los términos usados están claramente definidos en nuestro idioma.

Fue una dictadura basada en la concentración absoluta del poder, usado en forma abusiva, muchas veces criminal, y al control de la vida de las personas, incluso en sus ámbitos privados. Y una gran arbitrariedad, donde no había relación clara entre “faltas” y castigos, que podían llegar a la tortura más brutal y el asesinato.

“En Chile no se mueve unan hoja sin que yo lo sepa”, es una de las frases famosas del dictador. En ella, subyace una amenaza. Cualquier cosa que uno hiciera, incluso en el ámbito privado, podría ser castigado (de manera arbitraria).

Foto presidencial del dictador.
EM

“Quien nada (malo) hace, nada teme”, dijo varias veces. Por supuesto, al eliminar la palabra malo, cambia de manera profunda el sentido de la frase. “Invita” a no hacer nada… el ideal de una dictadura y de un sistema de libre mercado con consumistas pasivos, sometidos.

Incluso, fue a más en sus dichos (y en los hechos): “El día que me toquen a alguno de mis hombres se acabó el Estado de Derecho”, dijo cuando ya había perdido el plebiscito de 1988 y su candidato (Hernán Büchi) hacía campaña para las elecciones presidenciales. Es evidente que consideraba el Ejército y sus integrantes como algo propio, y que el Estado de Derecho solo lo respetaría -una vez que fuera reestablecido- si le era funcional.

Un artista ve

En 1986, a una serie de personas de distintos ámbitos se le entregó la antigua foto presidencial oficial de Augusto Pinochet. Esa en blanco y negro que estaba en las reparticiones públicas. Al ser reemplazadas por una a color, quedaron muchas en desuso.

La invitación fue a intervenir esas imágenes de manera libre, sin ningún tipo de restricciones. Las fotos se entregaron en sobres y fueron recogidas selladas, con la promesa de no abrirlas hasta que no tuviera efectos políticos (importantes).

Entre la veintena de personas que entregaron de regreso las fotos intervenidas, había una que, a mi juicio, destacaba y que, con el paso de los años, adquiere más relevancia.

Intervención de Eduardo vilches a la foto presidencial.
EM

Fue la intervención que hizo Eduardo Vilches (1932), artista visual, Premio Nacional de Artes Plásticas (2019). Vilches es, posiblemente, el professor más influyente de la Escuela de Arte de la Universidad Católica. Estuvo en esa casa de estudios más de 40 años hacienda clases, siendo parte esencial de ella. Su influencia env arias generaciones de artistas es evidente y ampliamente reconocida y agradecida.

Vilches aplicó a la foto del dictador una capa de tinta negra, plana, pareja. Una capa lo suficientemente densa para que no se vea el personaje. Y, al mismo tiempo, no tanto como para que desaparezca el dictador.

El mensaje de Eduardo Vilches, realizado en 1986, era -y es- que el dictador desaparecería, pero seguiría presente -y penando- por mucho tiempo. Un mensaje que hoy, 11 de septiembre de 2023, sigue vigente.

¿Por qué sigue “penando” el dictador?

Quizás -y será un buen ejercicio- debiera preguntarle a Eduardo Vilches por qué sigue ahí, en las sombras, la figura del dictador, al acecho. Presto a salir de las sombras.

¿Qué hace que tanta gente, tan diversa, defienda a un criminal? ¿Qué los lleva a tener tan poca aceptación de los hechos -probados, indesmentibles- y tener tan poca empatía con las víctimas? (lo que no significa tener afinidad política con ellas, por ejemplo).

Podríamos dejar algunas hipótesis. Por ejemplo, que el Golpe de Estado y la dictadura favoreció a grupos acomodados e influyentes, que ayudaron a generar una imagen distorsionada del régimen (más allá de los pagos de la CIA para ello). Y a un sector de la población que se vio favorecida -a nivel laboral- por afinidad política. Y eso se valora más y justifica los crímenes.

Chile es un país conservador -derecha, centro e izquierda-, que favorece el orden, que le cuestan los cambios, la falta de certezas. Las clases acomodadas, en general, lo son porque están contentos con la sociedad que tenemos y las favorecen. En las otras, por miedo a la incertidumbre. Es posible que en todas haya un matiz de falta de identidad, de certezas internas que hace que busquen orden externo. Ambientes que los contengan.

Otro punto, central a mi juicio, es la falta de un marco común de convivencia. Uno que fije reglas comunes. Algo que nunca ha existido de manera clara y transparente en nuestro país. Eso requiere de un reconocerse y aceptarse más allá de su propio grupo. Es comprender la sociedad en su diversidad y complejidad (algo que va en sentido contrario a los esfuerzos por homogenizarnos, de crear una identidad nacional uniforme en base a modelos del Chile central de clases acomodadas y a caricaturas del mundo popular).

Un ejemplo simple de ello, son grandes sectores de derecha criticando las violaciones de Derechos Humanos en Nicaragua o Venezuela sin hacer condenas claras y precisas sobre lo que pasó en Chile. Y dirigentes y sectores de izquierda condenando -de manera justa- a la dictadura chilena pero apoyando o silenciando lo que pasa en Corea del Norte o Cuba.

En el fondo, quizás la esencia esté el reconocer a los demás como seres humanos con similares derechos a uno. De entender, aceptar y hacer esfuerzos por lograr condiciones mínimas de vida y de desarrollo para todas y todos, como comunidades y como individuos.