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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

El arquitecto Cristián Castillo fue premiado por su destacado trabajo en la vivienda social en Chile, enfocándose en la dignidad, participación y justicia urbana. Rompe con la dependencia de referentes externos y crea una arquitectura comprometida con las necesidades de las comunidades. Sus proyectos han transformado la vida de familias vulnerables, ofreciendo viviendas dignas y participación comunitaria real. Su enfoque se basa en una arquitectura política y socialmente consciente, en línea con una escuela arquitectónica chilena representada por figuras como Fernando Castillo Velasco y Miguel Lawner. Castillo promueve una arquitectura participativa y original, arraigada en la realidad chilena y en la lucha contra las desigualdades urbanas.

Cuando en la XXIII Bienal de Arquitectura 2025, organizada por el Colegio de Arquitectos de Chile, se entregue el Premio Nacional de Arquitectura 2024 a Cristián Castillo Echeverría -miembro de NUDISUR-, no solo se estará reconociendo un valioso trabajo individual.

Este premio es un gesto simbólico de reafirmación de lo que la arquitectura puede y debe hacer en Chile: trabajar intensamente por la dignidad de la vivienda social y propiciar la real participación de los habitantes y sectores más vulnerables de la población en la gestión de su hábitat.

Entonces, este reconocimiento tiene una trascendencia especial: pone en el centro una forma de realizar el trabajo arquitectónico que visibiliza urgencias, derrota mitos y abre caminos para una disciplina más justa, más arraigada y, necesariamente, más creativa.

En los últimos decenios, buena parte de la arquitectura en Chile se ha visto marcada por la dependencia de referentes externos: tendencias internacionales, discursos y modelos estilísticos importados. Este es el alcance del “referente”, el cual, en tanto cuanto estrategia didáctica, se aborda en buena parte de las más de 60 escuelas de arquitectura existentes en Chile. Como resultado de ello, se trabaja con adaptaciones de formas arquitectónicas que poco dialogan con la realidad material, cultural, estética, económica y social chilena.

Cristián Castillo viene precisamente a romper con ese acomodo. Su práctica demuestra que lo original, en el sentido de ir al origen de las necesidades del habitante y de la práctica profesional, posee densidad arquitectónica, pertinencia y, sobre todo, conciencia social. En su obra, la forma nace del trabajo con comunidades, de la escucha, del terreno, del clima, del trabajo directo con las personas.

Con su comprometido quehacer, Cristián Castillo demuestra que la arquitectura auténtica -no lo ornamental, sino lo responsable, lo social y, porque no decirlo, lo político- también puede ser bello y ejemplar. Al premiarlo, se está enviando un mensaje claro: esta forma de hacer debe orientar a nuevas generaciones.

Maestranza Ukamau, Cristián Castillo Echeverría

Arquitectura para la justicia social y urbana

Lo que Cristián Castillo está haciendo no es solo arquitectura, es un acto de justicia social y urbana. Porque construir para los sectores más vulnerables, con dignidad, con participación, con calidad, es corregir desigualdades que muchas veces las políticas públicas han ignorado e incluso acentuado.

Castillo ha desarrollado proyectos como Maestranza 1 / Ukamau (424 viviendas en Estación Central), Maestranza 2, Comunidad Vivienda Digna en Huechuraba, entre otros, donde se combina diseño responsable, real participación comunitaria y compromiso con la vivienda digna.

Estos no son proyectos simbólicos: son transformaciones concretas de la vida de familias que durante años vivieron hacinamiento, tomas de terreno, carencia de seguridad de título de propiedad, aislamiento urbano. Entregar escrituras, proyectar los espacios comunes, pensar la organización interna del barrio, los accesos, los espacios verdes, la escala humana, la dirección de las circulaciones, todo eso invita a concebir la disciplina arquitectónica de otra manera. Esa otra manera implica una epistemología distinta: una arquitectura que entiende su quehacer técnico como profundamente político; que entiende la participación no como parte del “check list”, sino como parte estructural del proyecto; que ve la vivienda social no como subsidio sino como derecho.

Maestranza Ukamau, Cristián Castillo Echeverría

Una escuela arquitectónica chilena

Cristián Castillo no ha actuado en el vacío. Su obra tiene raíces profundas, posee una filiación directa con una tradición humanista, sensible, generosa y socialmente comprometida. Cristián, ya desde su época de estudiante universitario en las décadas de 1960 y 1970, con su quehacer se sumó a lo que podríamos denominar una escuela arquitectónica chilena. Esa escuela está representada principalmente por el quehacer de su padre, Fernando Castillo Velasco, y por el de Miguel Lawner, entre otros.

Fernando Castillo Velasco fue Premio Nacional de Arquitectura en 1983. Arquitecto, político, docente y rector universitario. Su obra entrelazaba lo utópico y lo pragmático para hacer posible una idea de sociedad; la arquitectura de comunidades.

Miguel Lawner, que obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura en 2019, lideró desde la CORMU valiosas políticas públicas para la vivienda social y el desarrollo urbano, las que, por su calidad y dignidad, son referente para lo que los arquitectos denominan “hacer ciudad”. Don Miguel, a sus 97 años, sigue defendiendo el derecho a la vivienda y el valor social del suelo.

Cristián Castillo hace parte de esta escuela arquitectónica chilena y contribuye con su sello: trabaja con métodos participativos, con comunidad organizada, con un enfoque epistemológico que reconoce la injusticia estructural y actúa sobre ella. En esta combinación da lugar a algo único: una arquitectura participativa. Por ello, su trabajo encarna una arquitectura chilena original. No porque recurra a un “estilo chileno” sino porque su arquitectura brota de nuestra realidad: de la historia urbana de nuestros barrios, de la memoria del hacinamiento, del campamento, de los derechos postergados.

Original porque es respuesta interna, no importada, porque reconoce las desigualdades específicas de las ciudades chilenas. Porque apuesta por revalorizar y resignificar el suelo, por la participación, por los procesos colectivos, porque reconoce la dimensión estética, pero subordinada a lo humano y lo político, a lo cotidiano.

Ese carácter de originalidad es fundamental: si la arquitectura chilena solo replica modelos internacionales, corre el riesgo de alienarse. Y nuestra ciudad, nuestras realidades, pierden voz. Castillo invita a recuperar esa voz.

Por Andrés Torres

Arquitecto.
Núcleo de Investigación del Sur, NUDISUR