A propósito del Primer Encuentro Internacional de Literatura Negra y Fantástica.

Por Eduardo Contreras Villablanca, escritor.

Raymond Chandler resumió la aparición del género negro en la frase: “Hammett sacó el crimen del jarrón veneciano y lo tiró en medio de la calle. Devolvió el asesinato a las manos de la gente que lo comete por razones sólidas y no para proporcionar un cadáver su autor”. Con esta gráfica descripción del surgimiento del género, vemos como la narrativa policial evoluciona desde la búsqueda del “quién” por parte de un detective científico, racional ilustrado (tipo Sherlock Holmes o Hércules Poirot en la tradición policial previa al noir), que actúa algo ensimismado al margen de su ciudad, su entorno social, su época, hacia una mayor preponderancia de las preguntas del ¿cómo? y el ¿por qué? formuladas por investigadores a los que la sociedad les huele mal, y que persiguen al culpable usando si es necesario las técnicas de los propios criminales.

Esta evolución, desde la novela policial hacia la negra, aunque de forma no lineal, y con zigs zags, también va generando un protagonista más cercano a los patrones del anti-héroe que a los del héroe. Un anti-héroe es un personaje de ficción que tiene algunas características que difieren con las del héroe tradicional. Es un protagonista que capta las simpatías del lector porque éste se identifica con sus valores, o los comparte en cierto grado, aunque aquél logre sus fines con métodos poco ortodoxos. El anti-héroe además puede ser torpe, algo cruel, desagradable, poco agraciado (el detective Columbo en las series de TV, por ejemplo). Un personaje que puede ser violento, despistado, ordinario, en fin, una serie de aspectos que lo alejan de la factura del héroe clásico. O definiéndolo en contraposición al héroe tradicional: carente del carisma, la apostura, y la sofisticación del típico protagonista del policial clásico (tipo Sherlock Holmes). Los héroes del género negro pueden ser personas de baja estatura, tendientes a la calvicie en el caso de protagonistas masculinos, y amantes del trago (o con otros vicios). Desde un punto de vista de valores, el anti-héroe suele luchar por su propio sistema de valores que no necesariamente coincide con el sistema de valores hegemónico de la sociedad.

La programación como método, versus la improvisación, es a mi juicio otra distinción que marca diferencias entre el policial clásico y el investigador que muchas veces nos entrega la novela negra: los primeros héroes policíacos aparecen más cercanos a la sistematización, el cálculo, la deducción metódica, casi de lógica matemática, en contraposición a una mayor dosis de improvisación, intuiciones y premoniciones de los protagonistas del género negro: Pepe Carvalho, Héctor Belascoarán, el comisario Salvo Montalbano, Mario Conde, o Heredia se ven forzados a ir reaccionando a hechos imprevistos (ataques de los criminales, noticias, etc), tienen súbitas “caídas de teja” o revelaciones motivadas por palabras, hechos o noticias, que cambian en curso de sus razonamientos introduciendo nuevas líneas de investigación. Muy de la mano del hecho anterior: el protagonista del género negro es más falible, en la novela negra con frecuencia es atrapado, vapuleado, dejado al borde de la muerte, mientras que el héroe científico-programador, a lo Hércules Poirot, es sorprendido con mucha menor frecuencia.

Otra diferencia, muy importante, entre el género policial tradicional, y el negro, es que el villano tiende a migrar desde los estratos más bajos de la sociedad, hacia las cúpulas del poder. En la novela negra el investigador muchas veces termina por enfrentar el status quo (Sam Spade, o Heredia por ejemplo) al descubrir que los crímenes se originan desde el aparato burocrático del Estado, o desde algún poder establecido, en contraste con los investigadores clásicos (Hércules Poirot, Dupin) que defienden el orden establecido contra la irrupción criminal desestabilizadora.

Una característica diferenciadora más, es lo que Jerry Palmer denomina el “clímax negativo” versus el “clímax positivo”. El “clímax positivo” se asocia a un final eufórico, atronador, la imagen es la de James Bond dinamitando una isla. El “clímax negativo” tiene un tono algo depresivo, como cuando Sam Spade en “El Halcón Maltés” de Dashiell Hammett, descubre quien asesinó a su socio, o el final creado por Ramón Díaz Eterovic para su detective Heredia, cuando termina conversando con su gato Simenon en “Solo en la oscuridad”: “Recorrí el departamento buscando a quien abrazar, y no había nadie. Cogí la botella de vodka que me había regalado Andrea para la Navidad, y llené mi copa y el platillo de Simenon. -Emborrachémonos, gato- le dije- . La soledad no es un buen negocio”. Hay una fragilidad en las imágenes, y un mensaje implícito de que aunque se haya develado el misterio y descubierto al asesino, el mundo no queda realmente seguro y los problemas volverán a reaparecer.

En Chile, y en particular desde el término de la dictadura, se ha venido generando una producción cada vez más diversa en el género negro. Luego de que Ramón Díaz Eterovic abriera camino con “La ciudad está triste”, en 1987, y con su extensa producción posterior, el número de escritoras y escritores que se suman al género en Chile, aumenta en cada década. En una apretada (y seguramente incompleta) síntesis, tenemos a: Sergio Gómez, Bartolomé Leal, José Gai, Antonio Rojas Gómez, Roberto Ampuero, Juan Ignacio Colil, Martín Pérez, Gabriela Aguilera, Eduardo Contreras Villablanca, Cecilia Aravena Zúñiga, Eduardo Soto, Julia Guzmán Watine, Paula Ilabaca, Valeria Vargas, Boris Quercia, Francisca Rodríguez, Lorena Díaz Meza, Fernanda Cavada, Gonzalo Hernández, Helios Murialdo, Sonia González, Juan Pablo Sáez, César Biernay, Jorge Calvo, Yuri Soria Galvarro, Max Valdés, Toño Freire, Julián Avaria Eyzaguirre, Claudia Farah, Cinthia Matus, Simón Soto, y Orietta de la Barra. A esta lista, de autoras y autores que han cultivado preferentemente el género, se suman otros que dentro de una extensa y variada producción, incursionaron en el género, como Poli Délano, Luis Enrique Délano (con seudónimos: “José Zamora” y “Mortimer Grey”), Elizabeth Subercaseaux, Isabel Allende, Marcela Serrano, y Luis Sepúlveda. También tenemos el caso de escritores que combinan lo negro y policial con la ciencia ficción, como Diego Muñoz Valenzuela.

Finalizamos esta síntesis sobre un género que atrae muchísimos lectores en Chile y en el mundo, con la buena noticia de que muchos de los escritores y escritoras extranjeros y de nuestro país, que han sido mencionados, participarán en el Primer Encuentro Internacional de Literatura Negra y Fantástica, organizado por Letras de Chile, con el auspicio del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y el patrocinio del Centro de Estudios de Literatura Chilena -Celich- de la Facultad de Letras de la Universidad Católica. Este evento tiene su componente internacional este mes de junio. Se inicia el viernes 18 a las seis y media de la tarde. La transmisión es por Facebook live en: https://www.facebook.com/CorpLetrasDeChile/