La película dirigida por Tatiana Gaviola (Teresa -2009-, Mi último hombre -1996-), que tendrá su estreno en línea este viernes 9 y sábado 10 de abril, está inspirada en el llamado “Caso quemados”.

Caso quemados

Eran las 8 de la mañana del 2 de julio de 1986, en el llamado “año decisivo”. Un grupo de jóvenes, acompañado por el fotógrafo Rodrigo Rojas De Negri estaba montando una barricada en General Velásquez con Germán Yungue, usando neumáticos y un bidón de bencina.

En esas circunstancias, llega un grupo de 22 militares y tres civiles comandados por el teniente Pedro Fernández Dittus, que detienen a Carmen Gloria Quintana y al fotógrafo que estaba cubriendo la protesta para una agencia.

Los militares golpean a los dos jóvenes, los empapan en combustibles y los queman vivos. Después proceden a trasladarlos y abandonarlos (aún con vida) en un sitio baldío de la comuna de Quilicura, en la periferia de la capital.

Rodrigo Rojas fallece cuatro días después, mientras que Carmen Gloria Quintana, con el 62% de su cuerpo quemado, logra sobrevivir.

La mirada incendiada

La película de Tatiana Gaviola recrea los días previos al crimen, desde la llegada de Rojas a Chile. Rodrigo había partido del país junto a sus padres, exiliados, muy niño, para luego regresar como fotógrafo a reencontrarse con sus raíces y parte de su familia.

Con una muy buena ambientación y actuaciones, destacando Juan Carlos Maldonado, Catalina Saavedra, Gonzalo Rojas y María Izquierdo, “La mirada incendiada” hace un largo recorrido por los días previos al ataque, mostrando el ambiente y la cotidianidad que rodeó a Rodrigo. Tanto así, que Carmen Gloria aparece por primera vez en pantalla después de una hora siete minutos, y lo hará por segunda vez a la hora 19 minutos.

Es este un gran esfuerzo por poner en contexto el desenlace que muchos conocemos. Recurre, además, a una voz en off que va diciendo una serie de textos con un sentido poético de Carmen Gloria Quintana.

“Rodrigo pone sus ojos frente a Chile, Rodrigo pone sus ojos frente a los militares, en ese entonces no sabía si por valentía o por inocencia”.

“La mirada incendiada” a ratos se hace larga, se pierde en este darse vueltas con frases que, con mucha antelación, ya anuncian el desenlace.

“El olor a parafina es el olor a Chile. La parafina es la sangre de Chile. Me imaginé que un día me decías eso”.

La película, tanto por la voz en off como por muchos diálogos de casi todos sus personajes, abunda y abusa de frases “para el bronce”, poniéndole una carga que choca con las imágenes cotidianas, “normales”.

“Una cosa es aparecer y otra cosa es volver”.

Después de tanta espera (una hora con veintiocho minutos), con una tensión que a ratos se diluye, llega un desenlace algo frustrante, por una puesta en escena pobre, con un tiempo mezquino y frases que parecen de maqueta (aunque muchos en esos días tenían discursos de maqueta). Es un desenlace que no muestra en toda su magnitud, en su brutalidad y falta de humanidad, lo que fueron esos hechos (y esto no significaba necesariamente poner más violencia explícita, escenas más crudas). Por ejemplo, no muestra que son trasladados y abandonados, aún con vida, y con los terribles dolores que provocan las quemaduras en un sitio eriazo. Tampoco muestra las mentiras -cobardes y crueles- de las autoridades, que negaban el ataque y culpaban a los jóvenes.

“Un Chile entero moría quemado con Rodrigo. Un Chile entero sobrevivía quemada conmigo”.

“La mirada incendiada” tiene el valor de traer al presente un hecho y un pasado, recientes, muy brutales y dolorosos. Es una buena ocasión para reflexionar y conversar.

Sin embargo, el caso requería mayor delicadeza, cuidado y, en especial, profundidad para abordarlo. Entrar más en la sicología de los protagonistas y en las consecuencias que este hecho tuvo tanto en la sociedad -o en parte de ella, porque muchos creyeron o quisieron creerle a las autoridades- como en Carmen Gloria Quintana.