“Lo que sucedió nos hace más fuertes y esta edición del Identidades Festival nunca la vamos a olvidar”, afirma Alejandra Rojas, directora de la Corporación Cultural.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

Nunca se imaginaron los organizadores que el V Identidades Festival Internacional de Artes Escénicas en el Desierto de Atacama se iba a interrumpir una semana antes de finalizar el 27 de octubre.

Ocurrió cuando un exitoso desarrollo se vio interrumpido debido al Estado de Emergencia y toque de queda con que el Gobierno intentó detener las movilizaciones sociales.

Desde el 11 de octubre la programación corría llena de energía, con el bautizo del Oso –Ckapil, su nombre oficial, que en idioma atacameño kunza significa ‘sol o el que brilla’– imagen de la cia. La Huella y de la Corporación Cultural que dirige Alejandra Rojas.

Luego, el 12, vino la inauguración junto a la escultura Mano del Desierto (de Mario Irarrázaval, chileno) y el trueque entre el grupo rapanui Topatangi y agrupaciones musicales antofagastinas, en una hermosa noche de luna.

Después subieron al escenario obras como “Painecur”, en Mejillones; “Tum”, para escolares y jardines infantiles (cia. Teatro de Ocasión); y la cia. La Llave Maestra con “Pareidolia”, además de realizar sus respectivos trueques artísticos con gente de la zona.

Incluso, el sábado 19 ya estaba en el escenario la locomotora de “Viaje al centro de la tierra”, de Teatro Cinema… pero vino el toque de queda y el desalojo de la carpa-teatro, instalada en la explanada del FCAB.

Chaika, Festival Identidades (c)
Chaika, Festival Identidades (c)

En capilla

A Alejandra Rojas le vibra la voz cuando se refiere a la función del domingo 20, relocalizada en el Campamento Luz Divina, en el sector de La Chimba de Antofagasta.

“La situación era traumática, pero surgió un plan b”, recuerda, “y de la organización fueron a hablar con el sacerdote jesuita Felipe Berríos: ´Vénganse pa’cá’’ nos dijo de inmediato, al tiempo que la cia. Silencio Blanco, sin dudarlo, estuvo dispuesta a hacer su función en el campamento”.

Así, luego que la capilla fuera desocupada, el grupo teatral realizó un taller a 40 niños y, después, una función de la obra ‘Chiflón, el silencio del carbón” en el comedor, para 120 personas.

“Fue un ejemplo de humanidad y un regalo para nosotros“, reitera Alejandra Rojas, “porque volvimos a darnos cuenta que, aunque necesita despliegue escénico, el teatro puede realizarse con menos iluminación u otros recursos.”

“Esa experiencia reforzó nuestra convicción e identificación con el trabajo artístico que desarrollamos, en contacto permanente con la comunidad y la inclusión social, una clave súper potente de la cia. La Huella y el Festival Identidades”.

Tjimur Dance Theatre, Festival Identidades (c)
Tjimur Dance Theatre, Festival Identidades (c)

Para no olvidar

¿Cómo valorizas las pérdidas?

“Aunque el 70% de la programación se había realizado, la suspensión fue una bomba que cayó sobre nosotros, por todo el trabajo previo que implica.

“El lunes siguiente no pudimos ir en caravana a San Pedro de Atacama, entre otras actividades, además de la plata que se pierde en hotelería y pasajes… no pudo llegar a Chile y al cierre del Festival el grupo taiwanés Tjimur Dance Theatre”.

¿Debilitan o fortalecen experiencias de este tipo?

“Fíjate que terminamos el evento en un campamento de pobladores y eso creo que significa algo: lo que vivimos es tan potente que nos hace reflexionar sobre lo que buscan los festivales.

“El mundo de la cultura necesita más recursos, eso es cierto, pero creo que lo fundamental siempre será conectar la cultura con la comunidad. Lo que sucedió nos hace más fuertes y esta edición del Identidades Festival nunca la vamos a olvidar”.