Para los griegos y también los celtas la ornitomancia era el arte de adivinar o anticipar hechos, emociones o acciones mirando el vuelo de las aves. Para Juan Manuel Silva (Mendoza, 1982) es un propósito poético que se convierte en poema y luego libro. Un libro donde se suma el canto y naturaleza de gorriones, zorzales, sinsontes y hasta un pitogüé. Vuelo extraño y a veces extremadamente críptico.

Por Marcel Socías Montofré

Hay aciertos en la poesía de Juan Manuel Silva. De eso no hay duda. Pero también hay una necesidad cierta de preguntar por la estructura del poema. Una vez más intentar no confundir la poesía con frases largas que se van cortando y hasta empujando página abajo para que tengan la forma de un poema tradicional, aunque no necesariamente la intensidad y el simbolismo que lo separa de la prosa lineal. Tan sólo es un acto de enter, pasar a la línea de abajo y edición.

Precisamente eso es lo que genera cierto ruido de vuelo al leer “Ornitomancia” (Ediciones Bastante, 2019). Son poemas, por cierto, pero bien podría ser un libro de prosa poética. Y hasta simplemente un libro de prosa donde se agradece un riguroso despliegue de ornitología y relatos personales con alusiones panteístas y ese mensaje ecologista tan apreciado hoy por hoy mientras nos vuela por sobre la existencia el cambio climático y la depredación de la Naturaleza.

En eso ciertamente se agradece el aporte sincero de Juan Manuel Silva. Es posible encontrar su descripción de las aves mediante textos que las elogian con adjetivos propios del autor, aunque no necesariamente extrapoladas a las emociones del lector.

Y no se trata en todo caso de exigirle a un poema la claridad explicativa de la Real Academia de la Lengua. Pero sí de esperar un vuelo donde exista movimiento, sonidos y ritmo. Sobre todo ritmo y cadencia del poema. Precisamente lo que se extraña en la “Ornitomancia” de Juan Manuel Silva.

Más aún. Esperar de un poema que se salve del lugar común, que alce alas más allá de la “palabra bonita”, de la conjunción clisé. Esa plancha de metal clisada que nos permite sumar páginas, caracteres tipográficos, molde y modelo que puede convertirse en poemario, pero no necesariamente –como se advierte y promete en el epílogo- en “el lenguaje como única familia que nos permite la migración”.

Tal vez atender más a la hermosa estructura del haiku. Esos tres versos sin rima, de cinco, siete y cinco sílabas, respectivamente, que suelen simbolizar escenas de la naturaleza y de la vida cotidiana. Simples. Hermosos. Profundos.

Tal vez ese recipiente de Kigo es lo que hace falta o se espera –sin cumplir expectativas en este caso, por cierto- en la “Ornitomancia” de Juan Manuel Silva.

Un haiku que entregue imagen y profundidad de vuelo y campo. No sólo expresiones que en el juego de las poesías siempre van a la segura, como decir en el poema Tordo Argentino (página 31) que “el sueño que rima con dueño / con los animales y contigo”.

La idea es volar más alto. Rozar la belleza creativa. Como en ese hermoso poema Urutaú (página 37): “¿Hay algo de ti en este repetir día a día lo mismo? / ¿Al menos es tuya la tristeza?”.

Tal vez “ese espacio que se diluye en el viento”, como en el poema Chorlito (página 11). Tal vez la poesía –a pesar de todo- sigue siendo un precioso desafío de estructura, fondo y contenido. Esa hermosa lección japonesa cuando se trata de hablar en palabras de la Naturaleza. De escribir para volar.

Ornitomancia, Ediciones Bastante (c)
Ornitomancia, Ediciones Bastante (c)

Ornitomancia

Juan Manuel Silva
Ediciones Bastante

2019