Muy temprano, ese 5 de octubre de 1988 corrió, como pólvora, la versión de que decía integrantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) circulaban en uno o más buses disfrazados de Carabineros para provocar el caos ante el inminente triunfo del SI.

Ese día, desde antes del amanecer, hice de reportero voluntario y aficionado para Radio Bío Bío, con una grabadora y muchas monedas para llamar, desde teléfonos públicos (que había en el centro y en muchos almacenes de barrio, tantos años antes de que surgieran y .luego se popularizaran los celulares).

Partí, en mi camioneta LUV larga de cabina simple color celeste, con un letrero hecho a mano que decía “PRENSA”. Iba con un amigo, el estudiante de medicina Omar Hernández e iniciamos la jornada partiendo a la comuna de Peñalolén, cuando todavía no era “Aurora” (de Chile).

Empezaba una jornada que iba a ser larga y decisiva para Chile. Los vocales, los militares (la mayoría conscriptos con cara de entender poco), los delegados y tantas personas apresuradas, con respiraciones profundas. Preguntamos cómo iba la constitución de mesas, por los vocales, hablamos con el encargado del local (pocos sabían en Santiago de Bío Bío, la radio), y con alguien del NO (casi tan perdido como los conscriptos).

El “convoy”

En un momento, vimos el “convoy”. Era una caravana de vehículos de Carabineros de Chile del terror: el “Huáscar”, uno o dos“Güanacos”, un par de zorrilos artillados con una gran ametralladora (tan grande que daba la impresión que desafiaba las leyes de la gravedad) cada uno y un par de buses. Todo lo anterior es verdad, pero entiendo que el temor me pudo hacer ver doble, aunque lo dudo, porque al convoy lo seguimos durante horas…

El “convoy” bajó por avenida Grecia y lo seguimos, convencidos que nuestro letrero hecho a mano de “PRENSA” era el mejor escudo. Lo seguimos y lo seguimos hasta, después de varios altos y recovecos, llegar a la población Santa Adriana (la conocía porque durante varios meses había hecho actividades de dibujo y pintura a niños en la parroquia).

Ahí nos bajamos, preguntamos al encargado del local de votación, hablamos con algunos vocales de mesa, con el encargado del NO (los del SI estaban tan confiados que, hasta ese momento, todos decían casi lo mismo).

Cuasi enfrentamiento entre Carabineros y militares

Partió el “convoy” por, si la memoria no me falla, Lo Ovalle, nosotros lo seguimos.

Deben haber sido entre las 15:30 y las 16:30 horas. A pocas cuadras de cruzar la actual Avenida Central, el “convoy” pasó frente a un colegio que no estaba habilitado como local de votación, pero en él había militares. De un momento a otro, éstos apuntaron sus fusiles a los carabineros (supongo que pensaron en la posibilidad que fueran los “disfrazados” del FPMR) y éstos, que se detuvieron, rápidamente fueron tomando posición, dentro como fuera de sus vehículos.

Nunca he sentido tan claro, tan nítido, el sonido que se produce al “pasar bala” en las armas. Se apuntaban, en una tensión máxima, entre militares y carabineros… y nos apuntaban a nosotros.

Estaba o estábamos (con mi amigo) paralizados, con los sentidos alertas, moviendo sólo los ojos entre unos y otros…

Es difícil saber cómo no se escapó ningún disparo desde algunas de esas manos tensas, rígidas o temblorosas.

Lo cierto es que un oficial de Carabineros se bajó de un vehiculo -creo que iba en un bus-, guardó su arma y avanzó lentamente hacia la reja perimetral del colegio. Un tiempo ,que se hizo mucho más largo del necesario y de lo recomendable, apareció un militar. Conversaron y todo volvió a la “normalidad”.

Partió nuevamente el “convoy”, con nosotros detrás, para después dividirse y partir en distintas direcciones. Entonces decidimos ir a ver los conteos de votos.

EM (c)
EM (c)

¡Juguemos a la guerra¡ ¡Juguemos a la guerra!

Ya de noche, cuando ya se vislumbraba el triunfo del No (no olvidemos que en esa época, sin internet, el conteo era manual y buena parte de las comunicaciones eran por teléfono fijo), salimos a recorrer las calles.

El miedo se sentía denso. Varias personas se nos acercaron para preguntarnos por los resultados, si el gobierno reconocería su derrota.

En un momento dado, cuando íbamos a atravesar avenida Santa Rosa, vimos una barricada en algún punto entre Departamental y Américo Vespucio. Doblamos hacia el sur y nos dirigimos hacia ella.

Era una barricada precaria, no había nadie y la pudimos pasar sin grandes dificultades. Giramos la camioneta para devolvernos, para ir al centro dado que ahí no pasaba nada.

En eso apareció un hombre, vestido con harapos, que empezó a rehacer la barricada. Detuvimos el vehículo esperando ver qué hacía esa persona que parecía en situación de calle y con sus facultades mentales perturbadas. No queríamos ser atacados.

En sentido contrario, vimos acercarse un bus de Carabineros con las luces apagadas. Se estacionaron y empezaron a descender del bus, con cascos y metralletas, y se parapetaron protegidos por el mismo vehículo o detrás de árboles.

El “loco”, entonces, se puso a danzar dando brincos de un lado al otro del fuego, con riesgo evidente de que sus ropas se prendieran. En ese momento se puso a cantar:

“¡Juguemos a la guerra! ¡Juguemos a la guerra!”

Un carabinero hizo el además de ir a su encuentro, supongo que para detenerlo. Sus compañeros miraban y apuntaban para todos lados, tal vez sospechando una emboscada.

“¡Juguemos a la guerra! ¡Juguemos a la guerra!” siguió cantando el “loco” mientras se fue danzando y saltando hacia la oscuridad.

Aunque pasó al lado nuestro, no pude ver bien sus facciones dada la oscuridad y porque estaba a contraluz.

Los carabineros se subieron rápido al bus, dieron media vuelta y se fueron del lugar.

Nosotros nos quedamos un buen rato pegados en nuestros asientos, en el lugar, no sabiendo si en Chile hay Realismo Mágico, Surrealismo o simplemente locura. O mezclas en dosis variables de los tres.