Nicanor Parra falleció este martes dejando un gran legado para Chile y el mundo. El antipoeta era el último miembro con vida del clan Parra Sandoval, el mismo de donde provienen Violeta, Roberto y Eduardo.

En septiembre de 2017, Nicanor cumplió 103 años coincidiendo con el centenario de su hermana Violeta, con quien tuvo estrecha relación familiar y artística. Así recuerda el propio escritor en el libro Violeta Parra: la última canción de Leonidas Morales, colaborador e investigador de la obra de Parra:

“Lo absorbe, aprende ella por sí misma, y ve que entonces está en condiciones, a partir de esos datos, de ela­borar y de hacer proposiciones personales. Y al mismo tiem­po estimulada, apoyada siempre por el hermano mayor. Si la frase clave de ella que está ahí, se ha publicado varias veces: ‘Sin Nicanor no hay Violeta’”, resume Nicanor el vínculo con su hermana.

Nicanor influyó mucho en el amor de Violeta por el folclore, algo de lo que estuvo muy orgulloso. “Yo la saqué a ella de la música radial. La saqué a patadas. Y costó. ¡De repente se produjo todo! Claro, por­que yo disponía ya de un mínimo de criterio. Había ido a la universidad. Era amigo de Tomás Lago, que era un especia­lista, un folclorólogo. Entonces estaba en contacto ahí di­recto con los objetos de la cultura popular. Además que ha­bía tenido la misma formación de la Violeta. Había visto las mismas cosas que había visto ella. Y podía mirar esas cosas con un mínimo de espíritu critico, universitario al menos”, señaló a Morales.

Violeta Parra
Violeta Parra

En 1935, Violeta se fue de Chillán a Santiago y acudió a Nicanor, que en ese momento trabajaba como inspector en el Internado Barros Arana. “¡Qué maleta! -Llegó- Con su guitarra no más. Yo no podía creerlo. Además, qué iba a hacer yo con la pobre Violeta. Yo era un pobre infeliz también. Pero eso funcionó bien. Yo entendí, parece, la in­tención”, dijo.

“En ese tiempo todo el resto de la familia estaba en Chillán. Yo la acogí, la llevé a la casa de unos parientes, donde ella quedó bien ins­talada. La casa del tío Ramón Parra Quezada. Este tío era primo del papá. Y era un hombre muy simple, pero muy gentil, muy bonachón. Trabajaba para la Compañía de Electricidad. Era pagador. Y tenía una casita muy bien mon­tada en la Avenida Cumming”, agregó.

Según Nicanor, la poesía en Violeta era algo natural y él lo notó desde que ella era una pequeña niña. “Yo recuerdo frases que decía ella, cuando muy niña, en Chillán. Juegos de niños. Yo ponía atención a eso. Ella tenía algunos años menos que yo, cuatro o cinco. Y yo era una especie de gurú cultural para ella. Había una relación muy estrecha, muy estrecha. A ella la profesora, la señorita Berta, le pedía poesías y ella las recitaba”, recordó.

La relación entre ambos siempre fue muy cercana, por lo mismo la muerte de Violeta afectó a Nicanor más de lo que podía expresar en palabras.