El mandatario más viejo del mundo, el presidente zimbabuense Robert Mugabe, cumple 91 años y tiene mucho que celebrar, pese a las críticas por su opulenta fiesta de cumpleaños en un país con mucha pobreza.
“Estoy muy feliz de tener esta edad”, declaró Mugabe. “Estoy feliz de que Dios haya velado por mí”, agregó. “Diciéndolo sin rodeos, Mugabe ganó”, declaró el director de la Real Sociedad Africana, con sede en Londres, Richard Dowden.
Tras años de críticas, la Unión Europea (UE) comenzó en 2013 a normalizar sus relaciones con Zimbabue, dejando sin efecto la mayoría de las sanciones que le había impuesto desde 2002, por considerar a Mugabe responsable de violencia política y violaciones de los derechos humanos.
Además, Mugabe, en el poder desde la independencia de Zimbabue en 1980, asumió a principios de enero por un año el cargo de número uno de la Unión Africana.
Mugabe, nacido el 21 de febrero de 1924 en la misión católica de Kutama, siempre ha sido descrito como un solitario. Estudiante brillante, coleccionó siete títulos universitarios, incluida una maestría en Derecho obtenida en la cárcel.
Marxista en sus albores, descubrió la política en la Universidad de Fort Hare, la única abierta a los negros en la Sudáfrica del apartheid, donde conoció a varios futuros líderes de la región.
De regreso a su país en 1960, se alistó en la lucha contra el poder segregacionista y fue arrestado en 1964 por “subversión”.
Después de pasar diez años en la cárcel, reapareció encabezando la lucha armada, la que dirigirá desde la vecina Mozambique.
En 1980, después de los acuerdos de independencia de Lancaster House (1979), Mugabe fue elegido jefe de gobierno.
En los primeros diez años del nuevo régimen, se hizo popular en el mundo entero por su política de reconciliación, tras la abolición del régimen racista de la antigua Rodesia, y la extensión de la educación y la sanidad a la mayoría negra.
Mugabe lanzó luego una reforma agraria y, a partir de 2000, empezó a acusar a periodistas, opositores, occidentales y agricultores blancos de ser enemigos del Estado. Las relaciones con los países occidentales se hicieron más tensas.