Un ciberataque de origen desconocido privó esta semana a Corea del Norte de internet durante unas horas, pero la inmensa mayoría de los norcoreanos ni siquiera se enteraron, ya que el régimen los mantiene desde hace décadas aislados de cualquier influencia extranjera.

Se responsabiliza a Estados Unidos de este ataque, en respuesta al que sufrió Sony Pictures, que tenía previsto estrenar la película “¡La entrevista que mata!”, una comedia que narra un intento de asesinato del líder norcoreano Kim Jong-Un.

Tras el ataque, Sony decidió en un primer momento anular el estreno de la película, pero el martes dio marcha atrás y anunció que la película estará en las salas el 25 de diciembre.

Este ciberataque contra Sony fue imputado a Corea del Norte, que negó haberlo provocado, y la represalia contra el sistema informático norcoreano es atribuido a Estados Unidos, que no ha confirmado ni desmentido su implicación.

Entre el lunes y el miércoles los sitios de los principales medios de prensa oficiales norcoreanos quedaron fuera de servicio durante varias horas.

Sin embargo, estos cortes, que en otros países generan gran perjuicio a las empresas, pasan casi inadvertidos en Corea del Norte, donde sólo un puñado de personas está autorizado a consultar la red.

Corea del Norte posee solamente cuatro redes de internet, contra las 150.000 que hay en Estados Unidos.

Estas redes, operadas por el gigante chino de comunicaciones China Unicom, no conocen más que un millar de direcciones IP, contra 112 millones en Corea del Sur.

“La mayoría de la gente ordinaria en Corea del Norte no tiene acceso a internet. Sólo algunos miembros de la élite se benefician de ello, y con serias restricciones”, explica Kim Seung-Joo, profesor de la Korea University.

“Como Corea del Norte es poco dependiente de internet, el efecto de los cortes es limitado”, añade.

Un país cerrado y aislado

Corea del Norte, un país cerrado y aislado, que sufre numerosas penurias, está dirigido desde finales 1940 por la familia Kim.

Kim Jong-Un, tercero de la familia en ejercer el mando, accedió al poder en diciembre de 2011, tras la muerte de su su padre Kim Jong-Il, hijo de Kim Il-sung, fundador de la dinastía.

El país cuenta con dos millones de usuarios de teléfonos móviles, pero los aparatos no están conectados a internet y no permiten ninguna llamada al extranjero.

Se estima que hay un millón de ordenadores -en general en establecimientos escolares o administraciones- pero rara vez están conectados.

Un intranet nacional (“Kwangmyong”) ofrece un sistema de correo, algunos videojuegos y un acceso a los sitios oficiales, pero nada más.

El correo es escrupulosamente leído por la censura. La mensajería instantánea ha sido recientemente cerrada por las autoridades que se alarmaban de su popularidad, según Park Kun-Ha, secretario general de Solidaridad Intelectuales Corea del Norte, una asociación de refugiados basada en Seúl.

“La vida diaria de los norcoreanos no depende de los ordenadores ni de internet, como en el resto del mundo” explica.

Lim Jong-In, otro ciberexperto surcoreano, también minimiza los efectos del pirateo en un país “donde no hay mucho que atacar”.

Corea del Norte es en cambio presentada por algunos especialistas como una de las cinco naciones del mundo capaces de llevar a cabo una ciberguerra, con un ejército de 6.000 “hackers” dispuestos a enfrentarse a los enemigos de Pyongyang.

Muchos de ellos operan desde las ciudades chinas fronterizas, bajo la supervisión de consultantes directamente reclutados por el régimen comunista.

Si “quiere atacar a Corea del Norte, más le valdría a Estados Unidos neutralizar a los consultantes que paralizar la insignificante red del país”, opina Lim.