Dicen que educar a los hijos no es una tarea fácil, y así lo corrobora la filósofa Victoria Camps, quien pese a señalar que no hay ninguna receta para enseñar, sí la hay para entregar “ciertos” valores. “No hay fórmulas mágicas para educar bien”, aseguró.
Felicidad, buen humor, carácter, autoestima, buenos sentimientos y obediencia, son algunos de los valores que se deben enseñar a los niños, así lo indica la catedrática de Filosofía Victoria Camps en su libro “Qué hay que enseñar a los hijos”.
Este libro, según consigna el sitio español ABC, no es ni un tratado de pedagogía ni uno de los muchos libros de autoayuda que pretenden dar recetas para ir resolviendo los problemas de la educación que surgen cada día.
De acuerdo a Camps, el contenido del libro fue construido a partir del primer valor, que es la felicidad. “Todos los padres dicen que lo único que quieren que sus hijos es que sean felices”.
La premio Nacional de Ensayo 2012 y madre de tres hijos, indicó además que del análisis de ese concepto, fueron surgiendo otras ideas como el buen humor, la formación del carácter, la manera de enfrentarse al dolor, la autoestima…etc.
Lo que está claro es que hoy en día no es fácil educar entregando valores. “Está en manos de nadie. Así como para enseñar matemáticas o lengua tenemos personas expertas, para enseñar ética no hay expertos, se necesita a toda la sociedad.
A partir de eso, a continuación explicamos los conceptos extraídos del libro “Qué hay que enseñar a los hijos” de Victoria Camps.
1. Felicidad: Según consigna el sito ABC, Camps detecta en nuestra sociedad varios riesgos que crean malentendidos sobre lo que es una vida feliz. Para combatir estos riesgos, en el libro se señala que habría que tener en cuenta:
a) “Que la felicidad no consiste en tenerlo todo ni en conseguir todo lo que uno se propone. Ser ambicioso es positivo, pero dado que no todo saldrá a nuestro gusto, es preciso aprender a superar y vencer las adversidades”.
b) “La felicidad sólo se consigue en compañía. Necesitamos a los otros para vivir y ser un poco felices”.
c) “Hay una búsqueda de felicidad que acaba siendo autodestructiva porque convierte en fin lo que sólo era un medio. La adicción a las drogas, la promiscuidad sexual… son mitificaciones de placeres que, a falta de control, acaban volviéndose contra uno mismo.
2. Buen humor: Primero hay que tener claro que la felicidad no es lo mismo que tener buen humor. Sin embargo, y según se consigna en el libro, éste último es una manifestación de la felicidad. “El humor cura, ayuda a sobrevivir y es liberador. Se aprende por la influencia de las costumbres y del entorno”.
3. Carácter: ¿Cómo se forma el carácter? Los maestros lo saben bien: inculcando al niño hábitos, con la repetición de actos, acostumbrando al niño a que le guste y le atraiga no lo primero que le venga en gana, sino lo que le debe gustar. “Haciendo que se adapte a las costumbres que creemos que son buenas”, explica el Camps.
4. Responsabilidad: La autora del libro se plantea una serie de interrogantes en este concepto, una de ellas es ¿Cómo puede aprender un niño a responder de sus actos si no hay normas?. A esta pregunta, Victoria Camps respondió que “La moral no es una cuestión de razón, sino de sentimientos. El niño no aprenderá a comportarse correctamente si no siente, al mismo tiempo que sabe, que ciertas cosas son mejores que otras”.
5. Dolor: En este concepto, la filósofa señala que los padres deben enseñar a sus hijos a enfrentarse y a responder al dolor. “Aceptar el dolor inevitable es una primera lección. La segunda va en sentido contrario: hay mucho dolor en el mundo evitable pues depende de nosotros que disminuya o desaparezca”, asegura la autora del libro.
6. Autoestima: “Es muy importante para que un niño se acepte a sí mismo que empiecen por aceptarlo sus padres”, indica Camps. Y es que en este concepto lo primordial es recalcar que el fin último de la educación es que la persona sea capaz de desenvolverse por sí solo sin dificultad.
7. Buenos sentimientos: La autora señala que los sentimientos también se educan y es posible gobernarlos. Es decir, “Que la solidaridad con el que sufre y que no es mi hermano ni mi amigo, por ejemplo, no se produce por arte de magia, sino que precisa un aprendizaje y un entrenamiento”, indica Camps. “No hagas a los demás lo que no quieras que te hicieran a tí”, esa es la base de los buenos sentimientos, declara la filósofa.
8. Buen gusto: Dicen que sobre gustos no hay nada escrito, pero para sorpresa de muchos, el gusto también se educa y es fruto de un aprendizaje. Para Camps, existe el buen y mal gusto en la literatura, música y diseño, pero también hay un gusto, “buen gusto”, en las reglas de convivencia más cotidianas. A esto se le llama “saber estar”, y es importante que los niños lo aprendan y se den cuenta de que no todo vale en cualquier sitio ni para cualquier ocasión. “Los adultos no tenemos más remedio que enseñárselo con los modelos y las pautas que hemos hecho nuestros”, asegura la filósofa.
9. Generosidad: Según la autora, “Preferimos hablar de solidaridad. Pero me temo que la solidaridad es otra cosa. La solidaridad puede ser el punto de llegada, pero se empieza por la generosidad”. De acuerdo a lo indicado por Camps, el modo de enseñar a los hijos a ser solidarios es enseñándoles a ser generosos. “Hay que enseñarles a no vivir tan apegado a lo suyo, enseñarle a dar, y no solo a recibir. Significa poner lo que uno tiene al mismo tiempo al servicio de aquel que tiene menos o al que le faltan muchas cosas.
10. Amabilidad: Aprender a escuchar y a mostrarse agradecido, son rasgos elementales de la buena educación, sea o no auténtico, expone Victoria Camps. “La obsesión por lo auténtico es tan absurda como la obsesión por la natural. La amabilidad no es, pues, una merma de autenticidad, sino una exigencia social”, aseveró.