Elad y Hadas, antes de estudiar el menú del último restaurante de moda de Tel Aviv, verifican si tiene un refugio adecuado en caso de que suenen otra vez las sirenas antiaéreas.

“Es la Guerra del Golfo que vuelve a empezar, salvo que ya no son los misiles Scud sino los cohetes los que caen”, dice Elad, de unos veinte años, que se pasea de la mano de su novia por el paseo marítimo de Tel Aviv, una ciudad apodada “la burbuja” por su imagen hedonista, desconectada del conflicto israelopalestino.

“Aquí, la gente cierra los ojos y toma café en las terrazas como si no pasase nada. Se niegan a cambiar sus hábitos”, confía Hadas.

En 1991, durante la Guerra del Golfo, los Scud de Sadam Husein lograron perturbar la vida diaria de Tel Aviv, “la ciudad blanca” o “la que no nunca duerme”.

Esta lejana pesadilla resurgió el viernes cuando un cohete lanzado desde Gaza cayó al mar, sin causar heridos, frente a la embajada de Estados Unidos, situada en el paseo. Algo que no sucedía desde hacía 20 años. Nunca hasta ahora habían los grupos palestinos habían logrado lanzar un cohete tan lejos.

La víspera otro cohete cayó un poco más lejos, en las costas del puerto de Jaffa.

Estas salvas de cohetes caen regularmente en las localidades del sur de Israel, lejos de los bulevares de Tel Aviv.

Sin embargo, ahora la población está dividida entre el deseo de que nada cambie y la resignación de que el conflicto pueda ir a mayores, quizás con una ofensiva terrestre con blindados e infantería en la franja de Gaza.

“No me da miedo. ¿Qué cambia para mí? Si los cohetes nos alcanzan no importa. Entre tanto hay que seguir cantando y bailando”, dice Dana Alosh, vigilante de un parking.

“¡Hay que matar a todos los árabes!”, dice por su lado una joven corpulenta nacida en Rusia que atiende un kiosco justo al lado.

“Estoy de acuerdo con una invasión de Gaza. No hay alternativa, sin ella habrá que continuar soportando todo esto”, declaró otra habitante de Tel Aviv, Flora, de 47 años, que pasea su perro por el lugar.

Varios transeúntes admiten que les sorprendieron los disparos de cohetes contra Tel Aviv, pero pocos reconocen haber tenido miedo.

“Todos los que conozco me dijeron haber comprobado donde están los refugios”, dijo Elad.

Al escuchar eso Hadas rompe a carcajadas. “Es lo que dicen, porque es cool ser alguien que se refugia, pero en realidad nadie lo hace. Hará falta más tiempo para que la gente empiece realmente a tener miedo”, dice.

“Hay cierta ansiedad en el ambiente, para decirlo de alguna manera”, responde su compañero.

Menos de tres horas despuésm un cohete fue interceptado sobre Tel Aviv por una batería antimisiles “Iron Dome”.