Su nombre sonaba en las apuestas y finalmente fue protagonista: el británico Sir Steve Redgrave, una leyenda viva del Olimpismo con cinco oros consecutivos en remo, entró con la llama en el estadio Olímpico de Londres-2012, instantes antes del encendido del pebetero.

Redgrave entró con el fuego olímpico en el estadio, aunque no fue quien alumbró el pebetero: fueron siete jóvenes atletas que encendieron unos tubos que se fueron elevando en posición vertical, hasta conformar una última llama en forma de flor, en el centro del estadio.

Este viernes 27 de julio de 2012 será sin duda uno de los más emotivos para un remero que se hizo un hueco en la historia del deporte mundial con un palmarés impresionante, ya que además de los cinco títulos olímpicos consiguió nueve mundiales.

En las últimas semanas, la prensa británica había especulado con la identidad del último relevista, uno de los honores más importantes de cada edición olímpica, y el nombre de Steve Redgrave, de 50 años, figuraba en todos los pronósticos, a menudo como el gran favorito.

Precisamente el hecho de ser el hombre al que todos esperaban era señalado por algunos como uno de los puntos en contra de sus aspiraciones, para las que también sonaban con fuerza los nombres de la ex estrella de decatlón Daley Thompson o la mediofondista Kelly Holmes.

No fue el último relevista, al menos no al uso de anteriores Juegos, pero fue el gran protagonista al saltar a la pista con la antorcha, antes de que los niños procedieran a la configuración y encendido del pebetero, situado en el centro del estadio.

Stephen Goeffrey Redgrave, nombre completo del mítico remero, comenzó a rematar siendo adolescente en su ciudad natal, Marlow, en el centro de Inglaterra y el deporte se convirtió pronto en una obsesión que centraba casi todo en su vida.

Su camino al estrellato comenzó en el Mundial júnior de 1979 y en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles se colgó ya su primer oro olímpico, aprovechando el boicot de los países del bloque del Este de Europa.

La lluvia de medallas continuó y en Seúl se colgó un oro y un bronce, antes de irse de nuevo con un metal dorado en su maleta en cada una de las tres citas siguientes, Barcelona-1992, Atlanta-1996 y Sídney-2000.

Entre Seúl y Barcelona, una vez que su compañero Andy Holmes se retiró, Redgrave probó con el equipo británico de bobsleigh y entonces conoció a Matthew Pinsent, con el que ganó el oro en Barcelona y luego en Atlanta, donde fue el abanderado de su país.

Después de ese cuarto oro olímpico pareció perder el amor por la competición y llegó a pronunciar una de sus frases más célebres y de las que luego se arrepintió: “Si alguien me ve cerca de un barco, puede matarme”.

Pero los Juegos de Sídney se aproximaban y dio marcha atrás, volviendo a los entrenamientos pese a los cambios de hábitos y el diagnóstico de una diabetes.

“No veo por qué no se puede hacer lo que uno quiere”, le convenció un joven médico, que le ayudó con el tratamiento con la insulina y un régimen alimentario adaptado.

En Australia, Redgrave, en compañía de Pinsent, James Cracknell y Tim Foster, consiguió su quinto oro, entregado por la princesa Ana.

Fue nombrado Sir en 2001 y desde su retirada tiene una vida muy tranquila, junto a su esposa Ann, ex remera como él, y sus tres hijos.

Su aportación deportiva se limita a participar en eventos benéficos y a labores esporádicas de comentarista deportivo, hasta que la inauguración de los Juegos Olímpicos le ha permitido ser por unos instantes el centro del mundo, en reconocimiento a su exitosa carrera.