La selección masculina de fútbol de Brasil inició el jueves en Cardiff su campaña por el oro olímpico, que nunca pudo ganar en la historia de los Juegos, al derrotar 3-2 a un Egipto que lo puso en aprietos y lo hizo tambalear, al abrirse el Grupo C de Londres-2012.

Oscar había guiado a la línea de vanguardia en la primera etapa, cuando marcaron Rafael (16), Leandro Damiao (25) y Neymar (30), pero la ‘canarinha’ bajó el ritmo y se confió demasiado en la segunda parte cuando los egipcios descontaron con anotación de su capitán, Mohamed Aboutrika (51), y de Mohamed Salah (76).

Era un paseo con ‘olés’ entonados desde la tribuna y parecía que la cuenta debía aumentar en el segundo tiempo, pero a los sudamericanos se les apagaron los motores y creció a cada minuto Egipto hasta ponerlo en serios aprietos.

La victoria conseguida en el estadio Millenium, de la capital de Gales, hizo encaramar a los sudamericanos en lo alto de la zona, empatado a tres puntos con Bielorrusia, que se impuso a Nueva Zelanda por 1-0, este jueves en el estadio de Conventry.

A Oscar se le prendía a cada momento la lamparita con su calidad para manejar el balón y los tiempos, con tanta certeza que puso sendos pases para los dos primeros goles, a Rafael y a Leandro Damiao.

Hulk no pesaba en la ofensiva, pero por momentos se encendía Neymar, con su habitual irregularidad, para desequilibrar por el flanco izquierdo del ataque, hasta poner de cabeza en el fondo del arco un centro de su compañero de ala, el delantero del Oporto de Portugal.

Marcelo desequilibraba por el lateral y penetraba a toda carrera en las filas enemigas, frente a una defensa en la que Ahmed Hegazi y Mahmoud Alaa Eldin hacían agua por los cuatro costados.

La contrapartida era la bonita circulación de balón y control del medio juego por el lado izquierdo del ataque asiático que ejercían en sociedad Mohamed El Neny y Saleh Gomaa, en colaboración con Eslam Ramadam.

Mostraba buena disposición a manejar el ritmo de juego pero si profundidad la escuadra egipcia, a sabiendas de que estaba enfrentando a una potencia mundial, que se juega en Londres su destino de ganar por primera vez una medalla que siempre se le negó.

Sandro y Rómulo no sufrían apuros en el marcaje del medio juego pero cuando los egipcios entraban por las bandas aparecían las desinteligencias defensivas entre Thiago Silva y Juan.

La defensa de Brasil se fue convirtiendo en un colador y no extrañó que el partido cambiara de dueño y de rumbo en la segunda parte, con los goles de Aboutrika y Salah.

Al final, Brasil terminó padeciendo su falta de continuidad, su exceso de confianza, y tal vez cierta subestimación del rival, aunque este equipo ha mostrado en otras oportunidades que de pronto se le acaba la inspiración y entra en un pozo de penumbras.

Los brasileños amenazaron primero un poder de fuego temible pero terminaron mirando el reloj, desmantelados en la retagaurdia y con sus jugadores de mayor jerarquía técnica convertidos en fantasmas que no acertaban ni siquiera los pases.