En la tarde del pasado jueves quedó al descubierto el crimen de María José Reyes, quien fue decapitada por por el anticuario Óscar López Rodríguez en la localidad de Lolol.

Ana María Fernández, psicóloga de la Universidad de Santiago, advierte que este tipo de hechos son producto de reacciones viscerales. “Óscar López probablemente tenía un problema psiquiátrico serio, lo cual le hizo tomar una medida como decapitar a la victima producto de su desconexión con la realidad. Esto, comúnmente, lo entendemos como psicosis o paranoia severa”.

A su vez, la académica sostiene que este tipo de situaciones suceden cuando hay problemas mentales severos. “Lo que puede llevar a alguien a esto, es realmente la psicopatía, un problema psiquiátrico que no es normal para nada y él debe haber tenido una distorsión importante de la realidad que lo hizo reaccionar así”, expresa la psicóloga de la estatal.

A lo anterior, Fernández comenta que “especulativamente uno puede pensar que era su forma de amedrentar al resto de la gente. Él debe haber estado imaginando y viendo erróneamente que lo atacaban o lo perseguían y respondió de acuerdo a esa ‘irrealidad’ que aparece como real e inminente en la mente de alguien con este tipo de alucinaciones”.

Otro caso de la semana

Esta semana, otro hecho de sangre marcó la agenda policial, cuando Nátaly Otárola, de 22 años, se intentó suicidar luego de matar a puñaladas a su hijo de sólo cuatro años, como una forma de vengarse de su pareja, que supuestamente se iba a ir con otra mujer, lo que demuestra, según Ana María Fernández, que hay una falta de control importante en las reacciones sociales.

“Ella reaccionó terriblemente a una situación intensa de celos, buscando recuperar o impedir que su pareja desarrolle una nueva relación, sin embargo, no midió las consecuencias, ni siquiera fue capaz de evaluar lo que es la muerte de un hijo”, expresa la académica de la U. de Santiago.

A su vez, sostiene que este tipo de actos son difíciles de advertir sin una evaluación especializada. “Muchas personas pueden decir que esta joven no tiene límites claros para evaluar hasta dónde llegan sus reacciones emocionales –llamada personalidad limítrofe- pero un diagnóstico sólo se puede asociar a una buena evaluación psicológica de la joven y su historia”.

Frente a estos hechos dados a conocer esta semana, Ana María Fernández no cree que la sociedad como tal esté más agresiva “en términos que seamos más malos, si no que creo que aumentan las demandas de autorregulación emocional al tener un mundo muy interconectado, donde por ejemplo, se da la posibilidad de descubrir una infidelidad por Facebook. Motivo que no te permite reaccionar con una evaluación más tranquila de la situación”.

Además, explica Fernández, la idiosincrasia chilena es así, de no mostrar claridad ni ser transparentes, interpretando un mensaje directo y claro como una situación agresiva, con malas intenciones. Finalmente, la académica sostiene que estos dos casos son “ejemplos de por qué las emociones guían nuestro comportamiento”.