La seguridad alimentaria de Japón estaba garantizada hasta el accidente de la central nuclear de Fukushima. Sin embargo, tras el hecho, muchos temen una contaminación radioactiva.

La fusión del combustible en los tres reactores de la central Fukushima Daiichi debido al sismo y posterior tsunami del 11 de marzo de 2011, dispersó partículas de cesio y de otros elementos radioactivos en el aire y las aguas de la zona, fijándose en los cultivos y siendo tragados por animales y peces.

Luego de ese incidente, los límites legales de contenido de cesio radioactivo en los alimentos fueron fijados a 500 becquereles de cesio por kilogramo, muy por encima de lo previsto por los procedimientos internacionales de emergencia.

Es decir, fueron autorizados para la venta productos que en épocas anteriores hubieran sido automáticamente eliminados.

Esta disposición excepcional será levantada el 1 de abril, para volver al nivel normal de 100 becquereles de cesio radioactivo por kilogramo. Por lo tanto, diversos problemas hicieron que los consumidores se mostrasen desconfiados.

Varios productos de la prefectura de Fukushima fueron prohibidos a la venta, incluyendo la carne bovina, la leche, los champiñones y determinadas legumbres verdes que presentan niveles de radioactividad superiores al límite provisorio fijado por las autoridades.

No obstante, en una primera etapa, el arroz cultivado en esta región fue declarado apto para el consumo, antes que exámenes complementarios revelasen una contaminación excesiva de numerosos lotes, con lo que finalmente fueron prohibidos.

Sumado a esto, algunos casos de fraude (cambio intencional de origen exhibido en los paquetes procedentes de Fukushima) aumentaron la desconfianza.

Los consumidores no confían en las medidas de seguridad y evitan todos los alimentos procedentes de la región contaminada.

El incremento temporal de los límites legales hizo sospechar a la población que el gobierno se preocupaba más por los productores que por los ciudadanos, destacó Hiroaki Koide, un profesor de la Universidad de Kioto. “El límite fijado era demasiado elevado. El gobierno decidió más por comodidad, que para proteger a la gente”, declaró.

A pesar de que en breve se regresará a un tope más severo y aceptable para la opinión pública, la producción de Fukushima seguirá marcada, destacó Takashi Sato, un representante de las cooperativas agrícolas de esta prefectura del noreste de Japón.

“La gente no tiene confianza en el sistema de control gubernamental. Nosotros quisiéramos que el gobierno convenciera al público de que los nuevos límites garantizan la seguridad”, insistió.

Según Kunio Shiraishi, un experto en radiación, el dispositivo actual de inspección no tranquilizará al público. Según él, haría falta una cobertura más amplia, aunque eso no es nada fácil, sobre todo cuando se trata de productos marinos.

Por otra parte, la falta de confianza en la agricultura y la pesca de Japón se siente en el extranjero. Las exportaciones de alimentos nipones -antes apreciados de sus vecinos asiáticos por su calidad y su seguridad- disminuyeron un 7,4% en 2011 con respecto al nivel de 2010, y las de los productos marinos cayeron un 10,9%.

Ocho países, incluyendo a China y Corea del Sur, siguen bloqueando la importación de legumbres procedentes de regiones del norte y del este del archipiélago.