Un llamado a sacar lecciones del tsunami que afectó a Japón lanzó el profesor del Instituto de Geografía de la Universidad Católica, Marcelo Lagos, quien constató en terreno la devastación que provocó el fenómeno en las costas de Tohoku.
El experto sostuvo que nada puede detener un maremoto, sin embargo, la educación y el uso de medidas de mitigación adecuadas, son la clave que puede hacer la diferencia a la hora de salvar vidas.
Ciudades completamente arrasadas vio el profesor Lagos durante su trabajo de investigación post tsunami en Japón, en el que recorrió las costas afectadas el pasado 11 de marzo: Sendai, Ishinomaki, Minamisanriku, Kesennuma y gran parte de los asentamientos que fueron completamente devastados al noreste de este país. El propósito era evaluar en terreno el tipo de daño causado por el desastre y las medidas que se pueden aplicar para aminorar sus efectos.
De acuerdo al geógrafo, el tsunami que afectó Japón fue muy diferente al ocurrido en nuestras costas el 27 de febrero de 2010. Para partir, la magnitud del terremoto japonés (M=9) equivale al doble de la energía liberada por el terremoto chileno (M= 8,8), hecho que lo transforma en un evento gigante, como también lo fue el tsunami generado.
El investigador explica que en zonas urbanas de Japón, midió columnas de agua sobre el terreno superiores a 10 metros, siendo las alturas máximas cercanas a los 40 metros, como en el caso de la prefectura de Iwate. En Chile, en cambio, en asentamientos humanos costeros, las columnas de agua sobre el terreno no superaron los seis metros en promedio; aunque también registramos alturas máximas de casi 30 metros, pero en zonas acantiladas, muy cercanas a la costa como la Boca de Rapel, Constitución y Tirúa.
En este punto, es importante precisar que la columna de agua sobre el terreno (o profundidad de inundación) es diferente a la altura del tsunami: la primera se mide en superficie seca, sobre el relieve, independiente de la distancia a la costa; mientras que la segunda se mide al nivel de la marea en el momento de la llegada de la máxima inundación producida por el tsunami.
El tsunami japonés ocurrió de día y arribó a las costas en pocos minutos, cuando las personas estaban en plena actividad, en zonas urbanas densamente pobladas y de muy baja altitud; esto significó que, a juicio de Lagos, el número de muertos supere los 15 mil y los desaparecidos, más de 5 mil.
“Eso es muy diferente a las 156 víctimas que tuvimos en Chile por inmersión y los 25 desaparecidos”, dijo el profesor.
En nuestro país, afortunadamente el maremoto ocurrió a finales del verano, con escasa población flotante y de noche, lo que facilitó en gran parte la evacuación de familias completas a zonas elevadas.
Paralelamente, en Japón las costas se hundieron en el momento del terremoto, potenciando el tamaño del tsunami, en cambio, en Chile gran parte de las costas se levantaron, minimizando en parte la magnitud de las olas.
La primera conclusión a la que llegó el profesor Marcelo Lagos es que no se debe subestimar el peor escenario conocido.
“En Japón había investigaciones que demostraban la ocurrencia de tsunamis de gran magnitud, como el que afectó las costas de Sendai en el año 869. Sin embargo, prevalecieron los enfoques probabilísticos basados en los terremotos y tsunamis menores de los últimos siglos, sin considerar la evidencia tangible, expresada en Sendai en capas de arena depositadas por tsunamis pasados con inundaciones kilométricas, que confirmaban el elevado riesgo para la población. De este modo, se subestimó el peligro, diseñando un conjunto de medidas estructurales contra tsunamis de menor intensidad que evidentemente en gran parte fueron sobrepasadas el 11 de marzo”, explicó Lagos.
Otra lección es que, si bien nada puede detener un tsunami, hay ciertas medidas que pueden contribuir a aminorar sus efectos, otorgando incluso tiempo valioso para evacuar a zonas seguras. Por ejemplo, las franjas “verdes” o densos bosques superiores a 500 metros de ancho que se ubican en el borde costero, ayudan a disminuir el poder destructivo del maremoto.
Otra alternativa son los muros contra tsunamis; en el caso de Japón solo funcionó el de Fudai, de 15 metros de altura, por ser el más alto. Sin embargo, “¿tenemos en Chile los recursos para construir estos muros? ¿Estamos dispuestos a sacrificar la vista al mar en las localidades costeras?”, se preguntó el académico.
Otra medida útil es la evacuación vertical en edificios de altura, ya que en el momento de un tsunami muchas personas no tendrán el tiempo suficiente para escapar horizontalmente a zonas seguras, de este modo, las azoteas de edificios habilitados pueden salvar muchas vidas.
Sin embargo, la principal conclusión es que el elemento clave a la hora de salvar vidas es la educación. Como concluye este experto, “cuando se genera un tsunami por terremoto frente a nuestras costas, es muy probable que los sistemas de alerta temprana colapsen. Por eso lo más importante es educar a la gente, que esté preparada y sepa cómo reaccionar ante un evento de esta naturaleza. Esa es la gran tarea pendiente en nuestro país”.