Los islamistas del partido Ennahda, acusados indirectamente por la agitación que sacude a Túnez, desmintieron toda voluntad de desestabilización del país y expresaron su apoyo al proceso electoral que debe llevar a la elección de una asamblea constituyente el 23 de octubre.

“No tratamos de desestabilizar o de hacer caer el gobierno provisional insistió el presidente de Ennahda, Rached Ghannouchi, en una conferencia de prensa organizada un día después de un discurso del primer ministro Béji Caïd Essebsi que había denunciado una tentativa de desestabilización del país.

“Denunciamos la violencia de donde venga, de los manifestantes o de las fuerzas de seguridad”, declaró Ghannouchi, luego de una serie de incidentes – manifestaciones y ataques de comisarías – en varias regiones tunecinas en los últimos cuatro días.

Los incidentes provocaron al menos un muerto, un adolescente muerto a balazos en Sidi Bouzid, la ciudad emblemática de la revolución tunecina, así como seis heridos entre los policías; decenas de manifestantes fueron arrestados.

Una hora antes, otro gran partido tunecino y rival de Ennahda en las elecciones, el Partido demócrata progresista (PDP), también había convocado a una conferencia de prensa para advertir contra “las tentativas de desestabilización” en el país.

De su lado, el partido Ettajdid (ex-comunista) denunció también “un plan metódico para afectar las estabilidad del país y perjudicar las instituciones del Estado”, en un comunicado el martes.

En Túnez, el clima político sigue siendo frágil, seis meses después de la caída del régimen de Ben Alí, y las acusaciones de complot y diversos rumores mantienen un ambiente nocivo.

La influencia de Ennahda, partido reprimido durante el régimen de Ben Ali y legalizado después del 14 de enero, provoca fuertes inquietudes, sobre todo en los medios laicos e intelectuales.