El inédito avance de Venezuela a las semifinales de la Copa América Argentina-2011 ha aumentado la pasión por el fútbol en el país caribeño, donde el béisbol, que reina desde siempre, reconoce ahora un fuerte competidor en la vinotinto, que embriaga a los fanáticos.
“A medida que va pasando el torneo y vamos logrando cosas, la gente se emociona”, afirmó Gabriel Paz, ataviado con la camisa vinotinto del creativo Juan Arango, capitán de la selección venezolana.
“Provoca verlos jugar, están jugando más, tenemos el balón y se ve la evolución del grupo”, dijo este fanático a la AFP.
El partido del domingo contra Chile por los cuartos de final del torneo paralizó el país, y al agónico triunfo 2-1 sobre los australes le siguieron potentes fuegos artificiales y coloridas celebraciones en las calles de las principales ciudades del país, sin contar el festín de mensajes a través de las redes sociales.
Tras la poca expectativa que despertaba la selección antes de iniciarse la competición continental, el rendimiento físico, el orden táctico y los triunfos exhibidos han ido consagrando al equipo en el corazón de los venezolanos.
La oncena dirigida por César Farías intentará regalarle otra ilusión a sus compatriotas cuando choque este miércoles contra Paraguay por un cupo en la final del torneo.
Restaurantes, bares y plazas acondicionadas para observar los partidos en pantallas gigantes, se llenan cuando juega la vinotinto y las camisas de la selección, que se venden hasta en 90 dólares, se agotan en pocas horas.
“Después de tanto perder, por fin se disfruta ver eliminar a uno (de los grandes)”, comentó a la AFP Gustavo Teixeira, gerente de un bar en Caracas, donde ya hay mesas reservadas para el partido contra Paraguay del miércoles.
Lejos de los tiempos en que solía ser goleada, Venezuela muestra los frutos de las gestiones de Farías y su antecesor Richard Páez y se permite soñar con asistir a su primer mundial en Brasil en 2014.
Y los fanáticos, que hasta hace poco preferían celebrar los triunfos de otras selecciones en las competencias internacionales, se dejan por fin embriagar por la vinotinto.
“Somos una fanaticada un poco dura y si no nos daban fútbol y resultados no la íbamos a apoyar”, dijo a la AFP José Da Silva, un ex entrenador de fútbol escolar.
Particular apoyo es por ejemplo el de un restaurante en el estado Mérida (oeste), donde las tradicionales arepas (tortas de maíz) son preparadas con remolacha para imitar las tonalidades del equipo nacional.
“Hemos crecido mucho como equipo y como fanaticada. Me parece fenomenal que por primera vez salgamos a hacer caravanas por nuestra selección de fútbol”, señaló Mery Montenegro.
“Estar entre los cuatro mejores de toda América nos da un empuje mucho más fuerte para ir al próximo Mundial”, afirmó con vehemencia esta aficionada.
Aunque la liga local cuenta con pocos equipos de arrastre y sigue sin rivalizar con el béisbol profesional, cada vez son más los padres que sueñan con que sus hijos sigan los pasos de Nicolás Fedor, Salomón Rondón o Tomás Rincón, figuras exitosas tanto en la selección como en las ligas europeas.
En estos días, conversaciones en panaderías, cafés, oficinas, ascensores y medios de comunicación versan casi exclusivamente sobre la vinotinto.
Además, el fútbol sirve como una especie de tregua en la vida cotidiana de Venezuela, dominada por la división política entre seguidores y detractores del presidente Hugo Chávez.
“Por primera vez en muchísimo tiempo todos los venezolanos estamos unidos por un fin común, que es el fútbol”, celebró Montenegro.