Una treintena de manifestantes anti-Mubarak, armados con palos y piedras, salieron corriendo de una de las barricadas de la plaza Tahrir y en unos minutos despejan un puente cercano, donde un grupo pro-Mubarak, pertrechado con navajas, impedía la entrada de alimentos.

Al promediar la tarde del jueves, los partidarios de Mubarak se habían alejado de la plaza Tahrir para posicionarse, fuera de la vista y de los golpes de los manifestantes, en el margen izquierdo del Nilo, a la entrada de un puente más pequeño, el Gala, que atraviesa un brazo del río.

Pero esta vez no estaban solos, como comprobó la AFP. El Ejército cerraba el acceso al tráfico sobre el puente con un tanque y dejaba pasar con cuentagotas a los peatones que deseaban cruzar el río en dirección a Tahrir.

Los militares verificaban las identidades, los cacheaban y luego echaban un vistazo a lo que llevaban con ellos. Cuando alguien llegaba con una bolsa con botellas de agua o con alimentos, un civil que estaba con ellos la agarraba y la vaciaba en el Nilo, observó la AFP.

Debajo del puente, gente necesitada, que vive en barcas en medio de una pobreza extrema, recogía del Nilo los alimentos y los guardaba en sus botes.

A pesar de todos los controles, los partidarios del presidente no impidieron que miles de personas llegaran hasta la plaza con bolsas llenas de alimentos, botellas o medicamentos para los heridos, tras la batalla campal de la víspera que enfrentó en Tahrir a los dos bandos, dejando 7 muertos y más de 1.000 heridos.

Todos los medios eran buenos para escapar de los militares y de los hombres de Mubarak.

Entre el control militar de Gala y la plaza, los soldados vigilaban la salida de la estación de metro Opera. Del otro lado de la calle, tres personas salían por la entrada de la estación, disimulando bolsas repletas de pan y mirando con desconfianza a las personas con las que se cruzaban por la acera.

“He traído esto para apoyar a nuestro pueblo en la plaza. Esta gente está atrapada en la plaza y lo mejor que podemos hacer es ayudarlos”, explicó Mohamed, un médico que trae un cartón lleno de alimentos para los manifestantes que llevan diez días pidiendo la renuncia de Mubarak, en el poder desde 1981.

En la plaza, una vez superadas las barricadas, los opositores repartían la comida entre la gente, tanto a egipcios como a periodistas extranjeros: botellines de agua, pan, todo tipo de alimentos envasados, así como mandarinas y naranjas para refrescarse en una tarde soleada y calurosa.

A medida que pasen las horas, el abastecimiento de los manifestaciones se convertirá en un elemento clave para poder permanecer atrincherados en Tahrir. Pero la gente teme que los partidarios de Mubarak logren cortar la llegada de comida.