El presidente de la FIFA, el suizo Joseph Blatter, demostrará de nuevo el jueves, cuando conocerán en Zúrich los países organizadores de los mundiales 2018 y 2022, que es el hombre más poderoso de fútbol mundial, cuando todo el planeta esté pendiente de las designaciones.

“No sólo será un gran día para el fútbol sino también una gran cita política internacional” reconoce sin modestia el máximo responsable de la Federación Internacional, que reunirá el 2 de diciembre a líderes y miembros de la realeza de todo el mundo en su gran fiesta en Suiza.

“Los nueve países candidatos para el Mundial de 2018 y 2022 traerán a la flor y nata de la política y no tendremos un G7 o un G20 sino un G9″, dice con orgullo el dirigente de 74 años.

Inglaterra, Rusia y las candidaturas conjuntas España-Portugal y Holanda-Bélgica optan al Mundial de 2018, mientras que Qatar, Australia, Estados Unidos, Japón y Corea del Sur lo hacen para la edición de 2022.

Muchos líderes políticos acudirán a la presentación final de las candidaturas antes del voto definitivo de los 22 miembros del comité ejecutivo.

En su condición de presidente de la FIFA, Blatter tiene además el voto decisivo en caso de empate para designar a los organizadores.

Como él mismo suele recordar, el Mundial de fútbol se ha convertido, durante su mandato, en uno de los grandes acontecimientos del planeta. Blatter acumula más de 35 años en la FIFA, que preside desde 1998.

Abogado de profesión, el suizo dirige una organización sin ánimo de lucro que sólo en 2009 tuvo un superávit de 196 millones de dólares.

Los beneficios se reinvierten en fútbol y en las 208 asociaciones que conforman la FIFA, “la familia del fútbol” como la llama su presidente.

En los últimos años ‘Sepp’ Blatter ha logrado crear nuevos hinchas en Asia y África gracias a un gran esfuerzo para llevar el fútbol y el Mundial a esos continentes y romper con el monopolio histórico de Europa y América Latina.

Pero en su balance no todo es positivo y algunos miembros de la FIFA han llegado a estar bajo sospechosa de corrupción en varias ocasiones.

En 2001 la empresa ISMM/ISL, que gestionaba los derechos de marketing de la entidad, cayó en bancarrota en circunstancias polémicas y bajo sospechas de corrupción, dejando a la FIFA con graves problemas financieros a un año del Mundial de Japón y Corea.

Las acusaciones de corrupción, de votos amañados o falta de ética de algunos de sus miembros han sido moneda corriente en los años del reinado del suizo e incluso durante el mandato de su predecesor, el brasileño Joao Havelange, del que Blatter fue el secretario general desde 1981.

Hace pocas semanas la prensa británica dio a conocer un video en el que dos miembros del comité ejecutivo, suspendidos más tarde, pedían dinero a cambio de votar a favor de una de las candidaturas para el Mundial.

Tras la polémica, Blatter reconoció que habrá que hacer cambios en la manera de designar las sedes de los mundiales.

“La importancia económica de los mundiales también les da una dimensión política”, dijo el suizo, que reconoció que hay que evitar en el futuro “cometer dos veces los mismos errores”.

Sin embargo, y a pesar las sospechas de corrupción, nadie parece hoy poder competir con Blatter en caso de que decida presentarse por cuarta vez a la presidencia de la FIFA, cuando termine su actual mandato en junio de 2011.

En el pasado ya lo intentaron, sin conseguirlo, hombres como el sueco Lennart Johansson o el camerunés Issa Hayatou.