Accidente en Ruta del Itata | Pedro Cid

Accidente en Ruta del Itata | Pedro Cid

Tras el accidente ocurrido en la Autopista del Sol y que dejó 20 personas fallecidas, han surgido diversas opiniones respecto a los peligros que conlleva manejar un vehículo por las carreteras del país.

Un conductor ebrio, un pequeño descuido o la falla de un implemento del vehículo, puede derivar en un accidente de esos que cambian la vida para siempre de las víctimas y de su entorno.

Según datos de la Comisión Nacional de Seguridad del Tránsito (Conaset), el alcoholismo fue la segunda causa de fallecimiento en siniestros de tránsito durante el año 2009, después de la causa asociada a la imprudencia del peatón.

Pero además existe otra estadística de la Conaset, que muestra que los mayores lesionados en estos accidentes están en un rango etáreo de 19 y 25 años, es decir, jóvenes con toda una vida por delante.

En este contexto, un grupo de científicos de la Universidad de Toronto, realizó un estudio en cerca de 7.000 jóvenes de entre 16 y 19 años, para determinar patologías que ‘favorecen’ la ocurrencia de accidentes de tránsito.

Estas son los llamados trastornos disruptivos, relacionados con el déficit de atención e hiperactividad, trastorno de conducta y negativista desafiante, lo que a juicio de los especialistas deben considerarse como patologías que ‘contribuyen’ a que se produzcan accidentes de tráfico de forma similar a como lo hacen la epilepsia o la diabetes.

Según esta investigación publicada por la revista científica ‘Plos Medicine’ , los accidentes de tránsito “son una de las causas más frecuentes de muerte y discapacidad del mundo” por lo que el tema es de una importancia vital.

Los expertos agregaron que “estos incidentes en adolescentes pueden tener consecuencias devastadoras para su salud, así como para la productividad futura. Además, los conductores más jóvenes a veces son un peligro en la carretera y pueden contribuir a un mayor número de muertes que los veteranos, incluidos los atropellos”.

A su juicio existen diversos estudios que confirman que estos trastornos “ayudan” a elevar el riesgo de accidentes, fundamentalmente debido a que estas patologías presentan un componente de impulsividad e incumplimiento de las normas importante.

Pero también advierten acerca de otros factores presentes en los adolescentes que favorecen la imprudencia propia de los jóvenes conductores, como el consumo de alcohol y drogas.

Frente a estas conclusiones, no queda más que pedir a las autoridades, que aumenten los resguardos a la hora de otorgar licencias de conducir. Y por supuesto no esperar una tragedia para salir a fiscalizar el cumplimiento de las normas del tránsito.

Día a día somos testigos de imprudencias por parte de conductores que arriesgan la vida de ellos y la de otros inocentes, en una suerte de “selva de cemento” en la cual todos estamos en riesgo.

Creo que lo principal es el autocuidado, y que cada uno de quienes se desplazan a bordo de un vehículo, tengan en mente llegar con vida a sus hogares donde una familia le estará esperando.