Padres, madres y esposas de los mineros ecuatorianos Angel Vera y Pedro Mendoza sufrieron seis días de pena y de dormir en improvisados dormitorios para ser informados este miércoles que sus familiares habían muerto en un socavón a 150 metros de profundidad.

“¡Ay Dios mío! ¿Por qué?”, fue el grito hiriente que una mujer lanzó al conocer que Vera falleció a causa del derrumbe en una galería del yacimiento aurífero Casa Negra, en Portovelo, 405 km al sur de Quito y cerca de la frontera con Perú.

Angel (29 años) era uno de los cuatro obreros que quedaron atrapados el viernes pasado por el derrumbe de toneladas de lodo y tierra en el interior de la mina, la más antigua en ser explotada industrialmente en Ecuador, desde finales del siglo XIX.

El minero era hermano de Walter Vera, el jefe del grupo que murió aplastado por el derrumbe junto al obrero peruano Paúl Aguirre (21), cuyos cuerpos habían sido rescatados el sábado pasado.

Con sus manos juntas como pidiendo perdón y mirando al cielo, la madre de Angel preguntaba una y otra vez “¿Por qué, por qué?”, sin recibir respuesta de la gente, que lloraba en forma inconsolable al conocer que los socorristas habían encontrado su cadáver en un sitio de la mina en el que sobrevivió inicialmente junto a Mendoza.

Ambos se habían salvado del derrumbe porque realizaban trabajos por encima del túnel que se desmoronó.

La familia de Mendoza vivió una situación similar cuando uno de los mineros que realizaba tareas de rescate salió de la galería para informar que habían localizado muertos a sus compañeros, quienes habrían fallecido por falta de oxígeno.

“Vivimos momentos muy duros. A medida que pasa el tiempo aumenta la desesperación y la angustia porque no hay nada alentador”, había dicho a la AFP en la mañana Pedro Mendoza, tío del minero atrapado del mismo nombre.

En la noche, su rostro se desencajó. “Los padres de Angel están devastados, la madre mal de salud, ojalá no empeore”, indicó.

Mientras Angel Vera (tres hijos) trabajaba desde hace años para la empresa Minesadco, propietaria de la mina, Mendoza apenas había cumplido un mes de tareas.

Walter era un veterano en la compañía y dejó tres hijos, el último de 26 días de nacido.

Giorge Ramírez, líder de la cuadrilla que luchó contra el tiempo en el rescate, fue quien despejó el acceso al lugar donde estaban los cuerpos de Angel y Mendoza. “Estaban con sus cascos puestos y sin ropa, tal vez por el calor que hace”, de más de 40 grados centígrados dentro del socavón, señaló.

El martes, el técnico César López había advertido que los atrapados tenían oxígeno hasta este miércoles, con lo cual encendió la alerta en autoridades gubernamentales y representantes de la minera Minesadco, quienes aún tenían esperanzas de encontrarlos vivos.

Para dar pistas de su paradero, los mineros atrapados habían dejado algunas señales: Las linternas con batería para unas doce horas que estaban descargadas y atadas entre sí, y colocadas dentro de una bota.

“No pudimos llegar a tiempo”, expresó un minero que participó en la localización de los cuerpos, mientras su voz se le entrecortaba y los ojos se le humedecían.

Tres mineros se desmayaron en el momento en que los cadáveres eran evacuados hacia el exterior del yacimiento.

Acongojado, el viceministro de Hidrocarburos, Carlos Pareja, dijo a la AFP que “lamentablemente las labores de rescate culminaron con un saldo trágico. A los cuatro mineros los encontramos muertos”, precisó.

“Nos faltó un poquito de tiempo”, señaló Pareja, quien permaneció en la mina Casa Negra desde el viernes pasado, día del accidente.

Pareja anotó que el presidente Rafael Correa quedó “destrozado” tras conocer la noticia. Horas antes, Correa había visitado el yacimiento para solidarizarse con los familiares de los mineros.