El G20 se comprometió el domingo en Toronto (Canadá) a poner todo su empeño en apuntalar la recuperación económica aún “frágil” y alcanzó consensos que permiten a los países europeos proseguir con sus cuestionados ajustes y aplicar eventuales impuestos bancarios.

En una declaración emitida al cabo de una cumbre de 2 días, el G20 preconizó además “mayor flexibilidad en la tasa de cambio de algunos países emergentes”, una semana después de que China anunciara que permitirá una mayor fluctuación de su moneda.

“La máxima prioridad del G20 es proteger y reforzar la reactivación, y sentar las bases de un crecimiento fuerte, duradero y equilibrado, así como reforzar nuestros sistemas bancarios contra los riesgos”, señala el documento.

“El crecimiento está volviendo, pero la recuperación es despareja y frágil, el desempleo en algunos países se mantiene en niveles inaceptables y el impacto social de la crisis aún se siente ampliamente”, prosigue.

La disconformidad con esa situación se hizo oír también en las calles de Toronto, una ciudad a orillas del lago Ontario, donde miles de personas desfilaron el sábado pacíficamente contra el G20, antes de que grupos de jóvenes provocaran violentos incidentes en los que quemaron al menos dos patrulleros.

El domingo hubo nuevas marchas, y la Policía detuvo durante el fin de semana a más de 600 personas.

Mientras tanto, en la sala de reuniones del Centro de Convenciones de Toronto, los jefes de Estado y de gobierno del G20 trataban de hallar consensos para avalar las respuestas distintas, y a menudo contrapuestas, que adoptaron para salir de la crisis, la peor en ocho décadas.

Las discusiones tuvieron que ver con el temor de que el bien de unos acarree el mal de otros.

Tal ocurre con los ajustes aplicados en Europa para recuperar la confianza de los mercados después de la crisis de la deuda griega, pero cuestionados por Estados Unidos y grandes países emergentes como Brasil, por considerar que pueden reducir la demanda en esos países y crear una nueva recesión.

El presidente estadounidense Barack Obama dejó claro que su gobierno ya no está dispuesto a seguir endeudándose, como lo hizo durante décadas, asegurando la demanda masiva de bienes producidos en todo el planeta.

“Después de años de haberse endeudado en demasía, los norteamericanos no podemos endeudarnos -y no lo haremos- pidiendo prestado para asegurar la prosperidad del mundo”, afirmó el mandatario estadounidense en rueda de prensa.

En la declaración final del G20, esas preocupaciones se traslucen en fórmulas conciliadoras.

Un párrafo llama a todos los países a “avanzar más en el reequilibrio de la demanda mundial”, estimulándola allí donde es débil, en una referencia apenas velada a China, que está bajo presión para permitir que el yuan se valore y para estimular su mercado interno.

El G20 recomienda en concreto “reforzar las redes de protección social, (…) incrementar el desarrollo de los mercados financieros y de los gastos de infraestructura y una mayor flexibilidad en la tasa de cambio de algunos países emergentes”.

Admite por otro lado que el descontrol presupuestario o una deuda pública desbocada representan riesgos considerables.

El documento avala, por eso, el hecho de que “las economías avanzadas se comprometieron con programas presupuestarios que reducirán en por lo menos a la mitad sus déficit de aquí a 2013 y estabilizarán o reducirán la relación de la deuda pública con el PIB para 2016″.

También reconoce que el sector financiero debe contribuir de manera sustancial y equitativa para asumir la carga relacionada con las intervenciones del gobierno (…) para restablecer el sistema financiero”.

Numerosos gobiernos acudieron al rescate de sus bancos, amenazados de quiebra, tras la agravación de la crisis mundial a fines de 2008. Pero algunos países, como Brasil, se niegan a generalizar esa medida, alegando entre otras cosas que sus bancos no cometieron los desmanes que llevaron a la crisis.

Brasil manifestó su satisfacción con esos compromisos.

“Los países emergentes fueron plenamente contemplados en el comunicado, nuestras posiciones están todas ahí”, dijo el ministro de Economía y jefe de la delegación brasileña, Guido Mantega, en rueda de prensa al término de la cumbre.

“La cuestión eran las prioridades, nosotros temíamos que los países (desarrollados) impusieran una desactivación de los estímulos” económicos, añadió.

El G20 se convirtió el año pasado en el principal coordinador de políticas macroeconómicas. Sus miembros representan alrededor del 85% del PIB mundial.

Agrupa a Alemania, Canadá, Francia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia (países del G8), a la Unión Europea y a once economías emergentes: Sudáfrica, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México y Turquía.

La próxima cumbre del G20 se hará en noviembre en Seúl.