Anteriormente, Carolina Fernández nos había enviado reportes sobre las dificultades post terremoto que se viven en su Lota adoptiva. Esta vez nos hace llegar un artículo sobre la compleja situación de los vecinos de la población Pedro Bannen, una de las más tradicionales -y desatendidas- de la comuna carbonífera.

Carpas en población Pedro Bannen | Carolina Fernández
Molestos y desilusionados están los vecinos de la población Bannen de Lota, debido a que ya son más de 50 los días que pasan durmiendo en carpas sin haber recibido alguna solución habitacional, luego que sus casas fueran destruidas por el terremoto del 27 de febrero.
A ello se le suma la falta de agua, teléfono e Internet entre otros, lo que les impide volver a la normalidad.

Plagas en Pabellones | C. Fernández
Pero sin duda un caso emblemático es lo que está sucediendo en el pabellón número 6 de dicho sector. Sus moradores debieron soportar por años una plaga de murciélagos, termitas, ratones y hasta palomas.
Desde 2005 se viene gestionando una solución a las pestes de este y otros pabellones, en que se les prometió una reconstrucción de sus viviendas. No obstante, la solución nunca llegó.
“Mi casa se ve normal a simple vista, pero si usted entra está agrietada, se desniveló completa, no se pueden abrir las ventanas y más encima hay que sumarle el hedor por la feca de los murciélagos que siguen habitando nuestro pabellón. Esto podría haberse evitado, pero nunca llegó la solución. Nos dijeron del Municipio que harían una reunión para ver qué pasaba con nosotros, pero son sólo calmantes”, explica Ariel Flores, uno de los afectados.

Daños internos | C. Fernández
Actualmente, los arquitectos que los visitaron les señalaron que el lugar no está en condiciones de ser habitado ya que presenta fisuras internas de gran magnitud, las que sobrepasan los 40 centímetros, lo que es muy peligroso considerando las constantes réplicas que continúan día tras día.
“Vino un representante municipal, revisaron la casa y nos dijeron que efectivamente no está apta para habitarla. Todo lo de cemento está malo, el piso, los cimientos, la chimenea. Mi esposo estuvo arreglando pero no podemos vivir acá”, asegura Rosa Flores quien está pernoctando en una sede vecinal junto a su hermana, esposo, hijos y madre enferma, con la incertidumbre de que cualquier día los desalojen del lugar.
Lo mismo sucede con los vecinos de otros pabellones aledaños. Luis Muñoz del pabellón 1 sigue durmiendo en carpas con su esposa y sus dos pequeños hijos. Con el terremoto se cayó un muro del segundo nivel, se levantó el piso cerca de 20 centímetros y la casa debe ser deshabitada, porque corren el riesgo de que se caiga en cualquier momento.

Muro de Luis Muñoz | C. Fernández
“Usted ve la casa y se ve bien, parece que no tuviera nada, pero esto se mueve completo, está todo suelto. Se cayó un muro y un pilar hacia el lado de los vecinos, de lo contrario yo creo que habríamos quedado aplastados con mi esposa y guagua”, asegura Luis Muñoz.
Y agrega: “Vinieron unos arquitectos y nos dijeron que se podía habitar en el centro de la casa, pero lo encuentro un poco tonto porque si se caen las paredes igual lo harán hacia el interior, entonces preferimos dormir en carpas”.
Otros vecinos optaron por seguir durmiendo en el interior de sus hogares para evitar posibles robos por parte de inescrupulosos que se aprovechaban de la situación. Rodrigo, por ejemplo, estuvo cerca de un mes durmiendo en el baño, el lugar más seguro para él ya que fue lo único de su casa de dos pisos que no sufrió daño.
“Mi casa tiene una fisura que atraviesa toda la cocina y varias que están en todo el piso, sólo por nombrar algunas. A eso se le suma una grieta que comienza en el primer piso y colinda con la habitación de mi mamá en el segundo. Hace un mes que estoy viviendo solo porque mi mamá, mi hermana, su esposo y su bebé de dos meses se fueron a vivir con familiares. Yo estoy acá cuidando lo que es nuestro y nos va a costar mucho para que todo vuelva a ser como antes”, explica.
De esta manera, son muchas las historias que se siguen tejiendo entorno al terremoto. A pesar que se quiere volver a la normalidad, hay muchas familias que siguen esperando ayuda para reconstruir sus viviendas.
No quieren vivir en mediaguas porque consideran que no es la solución. Seguirán esperando, aunque saben que nada será igual que antes.