La pobreza puede dejar profundos efectos biológicos y permanentes en los niños pequeños, que de adultos corren mayores riesgos de sufrir problemas de salud y tener ingresos más bajos, reveló una investigación presentada el fin de semana en San Diego, California.
Científicos estadounidenses definieron “una biología de la pobreza” entre los adultos que fueron pobres de niños, en particular si vivieron en la miseria antes de los 5 años de edad, según el estudio divulgado el domingo en la reunión anual de la Asociación estadounidense para el avance de la ciencia (AAAS).
“La pobreza tiene el potencial de modificar profundamente la neurobiología del niño pequeño en desarrollo” y puede afectar directamente toda su vida, dijo Greg Duncan, de la Universidad de California.
La primera infancia es un “momento crucial para establecer la arquitectura del cerebro que da forma al futuro cognitivo, social y de bienestar emocional del niño”, indicó el estudio.
“Los niños que crecen en un entorno desfavorable muestran niveles desproporcionados de reacción al estrés, y eso se nota a nivel de estudios hormonales, estudios neurológicos y a nivel de los perfiles epigenéticos”, dijo Thomas Boyce, de la Universidad de Columbia Británica en Canadá.
Para medir los efectos socioeconómicos de estos marcadores neurobiológicos de la pobreza, los investigadores analizaron datos demográficos de 1.589 adultos nacidos entre 1968 y 1975, incluyendo el nivel de ingresos de sus familias, años de educación alcanzados, así como datos de salud y antecedentes penales.
Encontraron “notables diferencias” en las vidas adultas de aquellos niños, según el nivel socioeconómico antes de los 6 años.
“En comparación con los niños cuyas familias tenían ingresos de al menos dos veces más que los de la línea de pobreza durante su primera infancia, los niños pobres cursaron dos años menos de escolaridad en promedio, trabajan 451 horas menos al año y ganan menos de la mitad”, indicó el estudio.
Esos niños también recibieron de adultos más de 800 dólares más al año en cupones de alimentos, y fueron dos veces más propensos a tener una salud general deficiente o altos niveles de estrés psicológico.
Los niños pobres también resultaron más gordos que los ricos, así como más propensos a tener sobrepeso de adultos.
Además, los hombres que de niños fueron pobres tienen el doble de probabilidades de ser arrestados y las mujeres, seis veces más posibilidades de ser madres solteras.
El estudio, el primero con estas características en Estados Unidos, también demostró que si una familia pobre recibe 3.000 dólares al año más a través de la asistencia pública por tener a su cargo un hijo de menos de cinco años, de adulto ese niño ganará 17% más y trabajará 135 horas más por año.
“Esta investigación prueba que las políticas de bienestar social dirigidas a familias estadounidenses pobres con niños pequeños producen resultados tangibles”.
Según los autores del estudio, cuatro millones de niños en Estados Unidos vivían en la pobreza en 2007.
Para Jack Shonkoff, de la Universidad de Harvard, la investigación ofrece “una oportunidad magnífica para aprender más sobre la biología de la pobreza”, que puede ayudar a “desarrollar nuevas ideas y mitigar el impacto de la precariedad en el empleo y proteger mejor a los niños pequeños”.
Sin embargo, descartó una solución rápida que aborde la parte biológica del problema.
“Comprender el impacto neurobiológico de la pobreza ayuda a establecer nuevas estrategias sociales en lugar de optar por los medicamentos” que tratan los efectos de este problema, pero no las causas, precisó Shonkoff.