Como las estaciones del año. En España, Venezuela siempre vuelve. A menudo lo hace para ocupar el centro del debate político nacional, eclipsando las asignaturas pendientes del país ibérico. Parafraseando el dicho, todos los caminos españoles llevan a Caracas, o al menos muchos de ellos.

Cuando el socialista Pedro Sánchez logró a principios de enero volver a ser investido presidente del Gobierno español en una histórica coalición con Podemos, todo apuntaba a que el péndulo venezolano no decepcionaría. La polémica relación que habían mantenido muchos de los líderes de este partido izquierdista con el chavismo y su indulgencia dialéctica con el régimen de Nicolás Maduro auguraban un desencuentro con la postura socialdemócrata. Al final, el péndulo no decepcionó.

Dos controvertidos episodios diplomáticos han vuelto a hacer de Venezuela el gran tema de la política española. Por un lado, la escala de la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, en el aeropuerto madrileño de Barajas, en la que mantuvo un encuentro con el titular español de Transportes, José Luis Ábalos. Las autoridades españolas primero desmintieron la reunión y luego la matizaron en diferentes versiones, dando pie a la elucubración en torno al caso, dada la prohibición de entrada al espacio Schengen que tiene la número dos de Maduro a raíz de las sanciones de la Unión Europea (UE). La controversia ha llegado al Congreso, pero también al Parlamento Europeo.

El segundo pecado del Gobierno español, según sus críticos, fue haber delegado la recepción del líder opositor venezolano Juan Guaidó -reconocido como presidente interino por más de medio centenar de países, entre ellos España y Alemania- a la recién estrenada ministra de Exteriores, Arancha González. Guaidó se había reunido en su gira internacional con varios jefes de Gobierno, entre ellos Angela Merkel, Emmanuel Macron y Boris Johnson. No pocos vieron el gesto de Sánchez a la llegada del venezolano a Madrid como un desplante. Además, en el momento de dar explicaciones, el mandatario español calificó a Guaidó de “líder opositor” -en lugar, por ejemplo, de presidente encargado-. Desde entonces, pese a que la gira de Guaidó finalizó el martes de la semana pasada y pisó Madrid a fines de enero, cada vez son más las voces que acusan al actual Ejecutivo de haber cambiado su posición respecto a Venezuela.

Yuri Cortez | Agence France-Presse
Yuri Cortez | Agence France-Presse

“El gobierno de Pedro Sánchez ha sido un poco contradictorio y confuso en su manera de señalar cuál es su relación con Guaidó y cómo enfoca la cuestión venezolana”, dice a DW Ángel Rivero, profesor de ciencia política de la Universidad Autónoma de Madrid. Para el politólogo, que Sánchez no recibiese a Guaidó fue “significativo”, mientras que el presunto “lapsus lingue” con el que Madrid explica el uso de la expresión “líder de la oposición”, junto con el conjunto de las explicaciones contradictorias en torno a la escala de Delcy Rodríguez, “no ha sido corregido con el suficiente énfasis”. En su opinión, por más que la vicepresidenta española Carmen Calvo mantenga que no se ha producido un cambio de postura, “eso no se corresponde con los hechos”.

En un sentido parecido se pronuncia Víctor M. Mijares, investigador venezolano asociado al Instituto Alemán de Estudios Regionales GIGA, con sede en Hamburgo: “Pareciera que la postura española y los criterios de la UE estuvieran confrontados en este momento respecto a la cuestión venezolana, particularmente respecto al episodio de Delcy Rodríguez”, afirma en entrevista con DW.

La respuesta del Ejecutivo español a las críticas ha sido intentar apagar los fuegos afirmando que su postura no se ha movido un ápice. El profesor Rivero, sin embargo, considera que “evidentemente han cambiado las formas y probablemente haya cambiado también el fondo, aunque no haya un enunciado de un cambio por parte del Gobierno”.

Lo cierto es que, un año después de que medio mundo pusiese sus esperanzas en Guaidó para encontrar una salida a la crisis humanitaria y al impasse político venezolano, el líder opositor está teniendo que esforzarse a fondo para que el paso del tiempo no abra grietas en su legitimidad política.

Madrid no es una capital europea cualquiera

En este contexto, un giro de timón en Madrid sería más que una decisión de alcance nacional. “Las consecuencias para Venezuela son importantes porque históricamente Europa ha visto América Latina a través de los ojos de España. Madrid ha sido ese miembro encargado de las relaciones con Latinoamérica”, subraya Mijares.

Otros países europeos, como Italia, no reconocieron a Guaidó en su momento como presidente encargado -Roma sigue sin hacerlo-, recuerda Antonella Mori, del Instituto Italiano de Estudios Políticos Internacionales. “Una España más neutral, menos pro-Guaidó, significaría acercarse más a la postura italiana”, explica a la experta a DW. Aunque ello no implica desentenderse, aclara Mori, ya que la diplomacia italiana sigue trabajando en una solución para la cuestión venezolana a través del Grupo de Contacto de países europeos y latinoamericanos.

¿Qué significa esto para el enfoque europeo de la crisis de Venezuela? “Desde el punto de vista de las capacidades, uno podría decir que España no tiene tanto peso como para hacer que cambie la política exterior comunitaria”, sugiere Mijares. “Sin embargo, siendo el filtro de las relaciones entre el bloque europeo y la región latinoamericana y siendo el jefe de la diplomacia europea -Josep Borrell- español, sí hay una posibilidad de que las posiciones se maticen”. A su juicio, no se puede descartar por tanto un “enfriamiento”.

Guaidó sin poder

A nadie se le escapa que España tiene mucho que perder en Venezuela. Los vínculos humanos y sociales entre ambos países son evidentemente estrechos, pero igual de relevantes son los intereses económicos españoles en el país caribeño, particularmente de las empresas petrolíferas. “Yo creo que no se puede desestimar que a lo mejor hemos pasado de una política exterior más guiada por principios democráticos, atendiendo a la situación de crisis humana de Venezuela, que es muy visible en España, a una política exterior que por lo menos se justifica en términos de diplomacia económica”, dice el politólogo Rivero.

En cualquier caso, el profesor de la UAM cree que “la posición de Guaidó ha quedado respaldada por su gira internacional, donde ha sido recibido como presidente encargado”. Si algo ha quedado en entredicho, agrega, es la postura al respecto del Gobierno español.

Otros, como el catedrático Manuel Alcántara, del Instituto de Iberoamérica con sede en Salamanca, insisten en que la situación actual demuestra que “Guaidó está lejos de alcanzar el poder como ingenuamente pareció que ocurriría en enero de 2019”. En esa coyuntura, añade el investigador, es necesario que la comunidad internacional actúe como mediadora de una negociación entre el Gobierno y la oposición de Venezuela para salir de este callejón sin salida. A su juicio, los exmandatarios españoles José María Aznar (Partido Popular) y José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) podrían ser intermediadores idóneos para algo así. Venezuela siempre vuelve y, concluye Alcántara, “si el Gobierno español quiere jugar un papel en el futuro venezolano, tiene que tener abiertas todas las puertas”.