El papa se reunió este martes para una segunda ronda de encuentros con los ocho cardenales que lo asesoran para la reforma de la Curia Romana, el G8 del Vaticano, quienes lo deberán ayudar a revisar la Constitución Apostólica de 1988, tras años de escándalos y críticas contra la maquinaria del gobierno central de la Iglesia católica.

Los cardenales, celebran sus reuniones a puerta cerrada con Francisco en su estudio de la Casa Santa Marta, dentro del Vaticano, donde comenzaron a estudiar la posibilidad de fusionar numerosos dicasterios y congregaciones, como se llaman los casi veinte ministerios de la Santa Sede, precisó el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi.

El religioso advirtió a la prensa que no se espere decisiones espectaculares a corto plazo, porque Francisco, respetando su estilo de gestión, no tomará decisiones en forma precipitada.

“No se prevé una conclusión de las labores a corto plazo. En febrero se celebrará otra ronda de reuniones”, precisó Lombardi.

Los cardenales del G8 están convencidos de que una reforma del gobierno central de la Iglesia requiere “una reflexión profunda”, recalcó.

“No se van a limitar a hacer retoques y cambios marginales, sino que van a trabajar en una Constitución con novedades consistentes, en definitiva, en una nueva Constitución”, adelantó el vocero papal.

La Constitución ‘Pastor Bonus’ fue adoptada por Juan Pablo II en 1988 y reglamenta específicamente la Curia Romana.

Por tres días, hasta el jueves, los purpurados, designados por Francisco un mes después de su elección analizarán junto con el papa la situación de las entidades de la Curia.

Se comenzó por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, indicó el vocero papal.

Según los expertos en asuntos del Vaticano, además de fusionar esos ministerios y reducir la burocracia, se estudia la posibilidad de redimensionar el poder de la Secretaría de Estado, que se había convertido en un papado en la sombra, blanco de intrigas.

Igualmente se examina la posibilidad de invitar a una parte del personal interno a trabajar en las parroquias, donde se necesitan religiosos, para cumplir con el principio del papa argentino de una Iglesia “al servicio” de los otros y no al servicio de “su poder central”.

Antes de iniciar en octubre sus labores, los cardenales tuvieron que examinar al menos ochenta propuestas de reforma enviadas por las iglesias locales y observadores, según el principio de una iglesia menos vertical, más democrática, abierta y también menos europeocentrista, como propugna el nuevo papa.

“He decidido, como primera medida, nombrar un grupo de ocho cardenales que sean mi consejo. No cortesanos, sino personas sabias y que comparten mis sentimientos”, explicó en octubre pasado el papa en una larga entrevista concedida al fundador del diario italiano La Repubblica .

El grupo, formado por purpurados de los cinco continentes, está coordinado por una de las mayores personalidades de la Iglesia latinoamericana, el hondureño Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa.

La Iglesia “es demasiado vaticano-centrista”, reconoció el papa en esa entrevista al criticar una institución que “observa y protege los intereses del Vaticano, que son en buena parte intereses temporales”, dijo.

A las reuniones de trabajo, con la presencia del papa, no asiste el nuevo secretario de Estado, Pietro Parolin, quien fue invitado a conocer el equipo de asesores del papa, precisó Lombardi.

Los cardenales se distribuirán los temas según la competencia y experiencia de cada uno de ellos, pero todos participarán en las consultas.