Una de las festividades más famosas de la cultura mexicana es el Día de Muertos, fecha en la que se recuerda de forma colorida e incluso entusiasta a los fallecidos.

Esta tradición se lleva a cabo el 1 de noviembre, dedicado al alma de los niños, y el 2 del mismo mes, en la que se tributa a la de los adultos.

En 2003 la Unesco declaró esta fiesta como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de México, y su inclusión en la película de James Bond “Spectre 007” llevó a las autoridades mexicanas a potenciarla con masivos desfiles.

Tal como recoge el periódico español El País, en esta celebración se incluyen aspectos como las ofrendas de bienvenida, para recibir a los difuntos con su comida y bebida favorita en el caso de los adultos, y juguetes para los niños.

Marysol (CC) Flickr
Marysol (CC) Flickr

Además, las familias acostumbran a prender velas en las tumbas para iluminar el camino de las almas en su regreso al hogar. En tanto, las calaveras se convierten en el elemento central de la festividad.

La muerte es representada a través de “La Catrina”, un esqueleto vestido como una elegante mujer de inicios del siglo XX, símbolo de esta fiesta tan arraigada en la cultura mexicana. Para muchos es un recordatorio de que, pobres o ricos, inevitablemente todos terminamos convirtiéndonos en calaveras.

Es así como suele escucharse la frase de que “los mexicanos se ríen de la muerte”. ¿Pero sería correcto afirmar una frase así? Pues no realmente.

Según indicó el antropólogo José Mendoza a la agencia de noticias AFP, una cosa es ver la imagen de una muerte caricaturizada, pero otra muy distinta es “ver al cadáver, al esqueleto que fue muerto de forma violenta. No es cuestión de risa, al contrario, es cuestión de llanto”.

Figuras de papel maché de la Catrina (CC) Wikimedia Commons
Figuras de papel maché de la Catrina (CC) Wikimedia Commons

Fue en noviembre de 2014 cuando el profesional visitó una fosa clandestina en México por primera vez, y aseguró que lo que vio, no lo “olvidó jamás”.

“Recuerdo la primera fosa y encontramos los primeros huesos, algo horrible, que nunca se nos va a olvidar. Nos derrumbamos, lloramos, porque a pesar de todo no aceptas que tu familiar esté muerto, lo quieres vivo”, reconoció.

En ese sentido, creer que a los mexicanos no les duele la muerte sería desvirtuar una concepción que se tiene sobre el fin de la vida.

De hecho, la psicóloga mexicana Sofía Nuño Perera, directora general del Centro Integral Equilibrio Cuerpo y Mente (Ecume), sostiene que México es, precisamente, uno de los países en los que más duele la muerte.

“En África la muerte de un hijo es algo que se toma natural, lo dejan ir y ya (…) Pero en México es muy mal visto que se supere esa pérdida, porque entonces se cree que no lo querían lo suficiente. Esto genera culpa, lo cual abre un proceso de sufrimiento y hace que el duelo no se cierre”, explicó al portal Milenio.

Mark Ralston | Agence France-Presse
Mark Ralston | Agence France-Presse

La profesional, quien ha viajado por diversas partes del mundo para estudiar la forma en que las culturas conciben la muerte, indicó que en Europa y Estados Unidos los duelos se viven de manera completamente diferente.

“Mucho tiene que ver los tipos de creencia: por ejemplo, los jóvenes estadounidenses abandonan muy pronto el hogar familiar, a diferencia de México, donde vemos a hijos de 30 o más años viviendo con sus padres, e incluso hasta después de casados”, sostuvo.

Nuño Perera agregó que -a su juicio- los mexicanos hicieron del adiós “algo antinatural”, y que por eso “duele tanto”.

“Pensamos que todo lo que forma parte de mi sistema me pertenece, y que soy yo quien tiene que elegir en qué momento alguien se va a ir; no estamos dispuestos a soltarlo antes, y por eso es que nos duele decir adiós. Cuestionamos por qué nos están quitando a un ser, y nos quedamos con la idea de ‘me lo arrebataron’, cuando no es así”, complementó.

2017: un año especialmente trágico

Cabe señalar que este año, el Día de Muertos tiene una amargura imprevista debido a los terremotos y al crimen, factores que han elevado trágicamente el número de difuntos que recordar.

Dos sismos, el 7 y el 19 de septiembre, mataron a 465 personas en el centro y el sur del país. Al desastre natural se suma la criminalidad que, con más de 18.500 asesinatos acumulados hasta septiembre, podría hacer del 2017 el año más violento en dos décadas en México.

Así, las calaveras de azúcar, las flores de cempasúchil, los desfiles y la comida típica que alegran a millones de mexicanos en noviembre son un recordatorio del horror y la injusticia para aquellos que tienen un familiar asesinado o desaparecido.