Millones de chilenos ya comenzaron a celebrar un nuevo “18”, festividad en la que destacamos las tradiciones típicas de nuestra identidad nacional.

Es por lo anterior que esta fecha resulta ideal para recordar algunos de los mitos más conocidos de nuestra historia como país.

Una de ellas tiene que ver con una particular bebida que, supuestamente, se volvió bastante popular entre los soldados del ejército chileno para ir al campo de batalla durante la Guerra del Pacífico, la que enfrentó a Chile, Perú y Bolivia, entre 1879 y 1883.

De acuerdo a la leyenda, este brebaje consistía en aguardiente con pólvora negra, lo que le daba un vigor, fuerza y fortaleza física a quienes la consumían, convirtiéndolos en fieros y temibles soldados.

Al respecto, el destacado académico del Departamento de Historia y Geografía de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, Andrés Medina, sostiene que el tema tiene relación con un ámbito “que podríamos denominar anecdótico, y que con el paso del tiempo se ha llenado muchas veces de mitos”.

Precisamente, uno de estos corresponde a la Chupilca del Diablo. Medina precisa que su uso no puede descartarse completamente, aunque sí se debe considerarlo en casos individuales y de forma excepcional.

“La última obra sobre la Guerra del Pacífico, Un veterano de Tres Guerras, que es una suerte de memoria de un combatiente, José Miguel Varela, a pesar de las dudas en torno a su autenticidad son probablemente los relatos más auténticos y vívidos de la experiencia humana que dejó acciones importantes del conflicto”, comentó el catedrático.

Los chilenos Martiniano Urriola y Marcos Maturana observan los cadáveres tras la batalla de Chorrillos (CC) Wikimedia Commons
Los chilenos Martiniano Urriola y Marcos Maturana observan los cadáveres tras la batalla de Chorrillos (CC) Wikimedia Commons

“No hay mención en ese texto, cuando narra la batalla del Campo de la Alianza, Chorrillos y Miraflores, del uso del famoso cocktail en las vísperas de dichas acciones importantes”, agregó.

En ese sentido, Medina enfatiza que las descripciones de Varela, “llenas de detalles y redactados de forma magistral, describiendo los miedos, sufrimientos y horrores de varias batallas”, habrían sido los escenarios perfectos para incorporar la utilización entre los soldados de la chupilca.

Sin embargo, precisa que junto con el detalle de los diferentes tipos de rancho que consumían las tropas, como también la enumeración de los productos que se entregaba a cada soldado para su consumo personal, “no hay mención al aguardiente”.

Pero es entonces cuando cabe preguntarse, ¿significa lo anterior que estamos en presencia de una mentira?

“Pues no necesariamente, es muy posible que clandestinamente algunos soldados, ante el horror de las acciones de guerra y el miedo inevitable y real que los sacudía antes de entrar en acción, tuvieran alguna escondida ración de aguardiante, (astucia criolla) que combinaran con pólvora, bebiéndola y compartiéndola con los más carretas, lo que habría dado origen posteriormente a esta tradición”, concluye el experto.

Veterano de Tres Guerras

Efectivamente, tal como precisó Medina, esta preparación no es mencionada en ninguno de los escritos que componen el apartado del mencionado libro respecto a la Guerra del Pacífico.

Cabe señalar que hay otras publicaciones que han intentado descifrar el misterio sobre este brebaje. Uno de ellos es Mitos y Verdades de la Guerra del Pacífico, libro escrito por Rafael Mellafe, investigador histórico militar especializado en este conflicto bélico.

Esta publicación está dividida en diversos capítulos que buscan aclarar la veracidad de determinados episodios de la guerra, uno de los cuales está enfocado -precisamente- en el origen del mito respecto a la Chupilca del Diablo.

En sus páginas, Mellafe aclara que esta preparación no es mencionada en ninguna fuente primaria: ni en Diario de campaña, Seis años de vacaciones, ni el Diario de Campaña de Rafael Torreblanca, personaje real de la novela Adiós al séptimo de línea.

Tampoco es aludido en los diarios de los médicos que viajaron con las tropas, ni por los historiadores. Quien sí lo menciona es Jorge Inostrosa, en la ya citada obra Adiós al séptimo de línea.

El teniente de artillería Solo Zaldívar, con dos soldados,  entierran a soldados bolivianos tras la batalla de Tacna (CC) Wikimedia Commons
El teniente de artillería Solo Zaldívar, con dos soldados, entierran a soldados bolivianos tras la batalla de Tacna (CC) Wikimedia Commons

Pese a que las investigaciones sobre los efectos de este compuesto en el cuerpo son escasos, en este libro el autor cita un artículo publicado originalmente por el Centro de Información Toxicológica de la Universidad Católica de Chile.

En él se señala que el azufre como nitrato de potasio, cada uno y por separado, “se consideran tóxicos y extremadamente dañinos para la salud humana, potenciándose aún más si los mezclamos”.

En aquella época, los propelentes de los proyectiles eran de pólvora negra, la que estaba hecha a base de estos dos componentes junto a carbón de roca.

“El nitrato de potasio puede producir un cuadro de extrema irritación o quemaduras a las mucosas gástricas produciendo sangramientos internos y atacando fuertemente al hígado y riñones”, señala el estudio.

En tanto, el azufre tiene un severo efecto irritante en la mucosa intestinal, generando severos cuadros de vómitos y diarrea.

Y si a estos le sumamos aguardiente, tenemos como resultado un producto que puede provocar graves intoxicaciones en el consumidor, o incluso puede llevar a la muerte.