Este miércoles realicé un taller sobre autocuidado y sexualidad a niñas entre los 10 y 17 años.

Al final del taller dejo abierto un espacio para que hagan las preguntas que quieran y así fue como una de ellas levanta la mano y dice: “A mí me violaron cuando chica“, lo que fue el puntapié para que el resto comenzara con una seguidilla de confesiones del orden de: “El pololo de mi mamá me toca las pechugas y la vagina“, “Veo a mi mamá teniendo relaciones con su primo“, “Mi tío me tocaba y me decía que no le dijera a mi mamá porque o sino le iba a hacer lo mismo a mi hermana“, y al final terminaban con la pregunta: “¿Es normal eso, tía?”.

Y ahí me veo yo, incapaz de sostener y contener dicho relatos, ¿cómo poder resignificar todo aquello si seguirán viviendo en las mismas condiciones y con los abusadores aún cuando se hagan las gestiones y denuncias correspondientes?

Y me siento profundamente inútil, de brazos cruzados en este sistema perverso que poco y nada hace por la infancia, y lo poco que hace lo hace mal.

Tengo el llanto atravesado, el llanto de mujer que soy y el llanto de niña que fui.

Duele, duele el alma.

Nota: Las referencias al establecimiento fueron omitidas por protección a la identidad de las niñas.

Pamela Peralta
Psicóloga, Magister en Psicología Clínica
pameperaltap@gmail.com

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