Estos días ha habido muchas críticas de la Nueva Mayoría (NM) al Frente Amplio (FA), en especial del Partido Comunista (PC), cuya expresión más elaborada es una entrevista reciente del alcalde de Recoleta Daniel Jadue a un medio electrónico. Este debate no es malo. Es mejor decirse las cosas de frente, en un clima fraterno, que darse palmadas en la espalda. Porque si algún día vamos a confluir, no será por evitar el debate, sino por darlo con honestidad hasta llegar a un acuerdo.

Se nos dice al FA que somos inmaduros, jóvenes elitistas (en algunas circunstancias se habla de “cuicos”), y que por eso no sería lo correcto aliarse con nosotros, sino que se debe buscar una alianza con el centro. Este centro estaría representado en la NM. Tal política, se señala, habría logrado avances democráticos y de justicia para los chilenos.

Discutamos sobre estos puntos.

Primero, tienen razón, el FA sí es inmaduro. La media de edad es baja y además esta fuerza proviene de movimientos nuevos, que no existían hace 50 años. Las contradicciones que los animan –la privatización de la vida en un grado extremo- no se desarrollaban sino hasta la implantación del neoliberalismo. Y claro, a veces al FA su inmadurez lo traiciona. Es importante recordar que el FA es una coalición diversa, y habemos quienes que no compartimos ese mesianismo “millennial” del que a veces se abusa. Pero no se ayuda a la maduración de lo nuevo dejándolo de lado. Al revés, nuestra responsabilidad es ayudar, desde dentro, a que lo que hoy es un pacto electoral de jóvenes, sea una fuerza política madura que exprese a la nueva sociedad chilena.

Segundo, se nos dice elitistas. Y claro, apellidos como Boric, Jackson y Sharp no son comunes, es cierto. Pero tampoco lo son Caffarena, Teitelboim o Riesco, apellidos relevantes del comunismo chileno. Identificar historias puntuales de dirigentes no nos lleva a ninguna parte. La verdadera pregunta es esta: ¿cuál es el grupo social que se expresa a través de distintos conglomerados?

La respuesta está en forma de boletas. La NM no es de clases medias ni de sectores populares, más allá de que haya gente honesta y militantes loables en ella. Esto debe tratarse con cuidado: hay sectores democráticos que han sido hasta hoy conducidos por la Concertación y la NM, pero lamentablemente, nunca han logrado ser dominantes. En los hechos, la NM ha sido un instrumento político del empresariado, de Luksic, de SQM. De ahí que sean ellos quienes la financian. De ahí que Chile sea un país tan mercantilizado.

La nueva fisonomía de la política financiada por SQM echa por tierra la imagen de Chile como una República en donde los trabajadores votan por la izquierda, la clase media por el centro y los sectores altos y el mundo agrario por la derecha. Ese país fue arrasado por el neoliberalismo, y no volverá. De sus entrañas se ha construido, no una República, sino una especie de nuevo “fundo”, lleno de mercado, Iphones e Internet; y vacío de política legítima y abierta. Los patrones controlan el Estado sin necesitar votos. El rasgo más claro de este panorama social es la enorme concentración de la riqueza, que justamente polariza la situación entre los más ricos y una amplia mayoría expulsada de la política. Eso fue y es la transición.

Los beneficiados con el crecimiento económico han sido los dueños del país, los Luksic, los Angelini y los Matte. El resto debe conformarse con el “chorreo”, pero pagando un alto precio. Es que en este “fundo”, los patrones ya no sólo rentan de la tierra, del cobre o del mar, sino de nuestros propios cuerpos, a medida que nos cae el “chorreo”. Le hacen el quite al mercado, no se comportan como genuinos competidores, y lucran de un “capitalismo de servicio público” que es un verdadero extractivismo de humanidad, asegurado por el Estado. Pasan el rastrillo a nuestra vejez, con sus AFP; a nuestra juventud, con su educación lucrativa; a nuestro dolor y salud, con sus Isapres y salud privada; y a nuestro tiempo libre, obligándonos a endeudarnos para todo esto y cualquier otra cosa. No cambia lo esencial si el capataz se apellida Piñera o Lagos. No son el centro ni la derecha, como proyectos alternativos de sociedad, como fueran Alessandri o Frei, sino los capataces que administran el neoliberalismo, cuyas diferencias se expresan en matices. Y no siempre podemos decir que Lagos está a la izquierda de Piñera.

Por eso al FA no lo financia el gran empresariado, que sí paga la cuenta de personeros que son investigados como delincuentes en la NM. Por eso Mariana Aylwin defiende más el lucro en educación que Hernán Larraín, y el CAE fue un invento de “socialistas”. Hacen todo lo posible para que “izquierda”, “centro” y “derecha” no signifiquen nada.

Ninguno de nosotros necesita aliarse ni someterse a los capataces del fundo. Esa no ha sido una estrategia eficaz para sumar fuerza con los sectores democráticos que ha liderado la Concertación. Si se habla de reformas, es porque se ha peleado desde la sociedad, y ha sido más fructífera la alianza con ellos desde la presión social, manteniendo la autonomía política, que ingresando formalmente a su coalición. Si se habla de reformas, es porque se ganó en la calle, junto a esos sectores democráticos, y no gracias a los capataces ni tampoco por ocupar cargos gubernativos cedidos.

Lamentablemente, en la batalla por el destino de las reformas en los últimos 5 años, con el Partido Comunista hemos estado en veredas distintas. Por estar ahí en la NM, a la cultura comunista se le ha exigido defender una reforma a la carrera docente que no mejora nada, y solo aumenta las filas de choferes de Uber. Defender una reforma laboral que retrotrae el derecho a huelga que ganaron los Recabarren, Lafferte y los Galo González. Se les ha exigido usar su capital para viabilizar una reforma educacional que nos deja hoy con menos educación pública, más lucro y más endeudados que la administración Piñera. Salvo cuestiones puntuales positivas, en lo medular, ese es el balance. Y los sectores democráticos liderados o integrados en la Concertación, que justificaban la alianza, han tenido muchas veces posiciones harto más críticas de las reformas y su diseño que el propio Partido Comunista.

El FA es más que dos diputados. Se ha construido en las luchas sociales de los últimos quince años. Somos profesores agobiados, chilenos endeudados y trabajadores subcontratados. Estos movimientos que despuntan hoy no nacieron en un día. El comunismo chileno fue parte fundamental de esa historia. Hace varios años, cuando estábamos en esos movimientos, muy lejos de las portadas de los diarios, entre los comunistas y la izquierda alternativa -hoy expresada en el autonomismo, por ejemplo- se discrepaba mucho. Había mucho debate en la época con Gladys Marín. La izquierda alternativa planteaba que los estudiantes de universidades privadas, entonces discriminados, fueran parte del Movimiento Estudiantil. También insistía por una izquierda con menos poncho y zampoña, y los comunistas defendían ese legado, también parte fundamental de lo que somos. Pero con todas esas peleas, esas izquierdas estaban en la misma trinchera. Aportamos a la construcción de esos movimientos justamente porque siempre mantuvimos autonomía de la Concertación, de la política de SQM.

El PC plantea que intentó hacer un FA durante 15 años, sin lograrlo. Pero hoy la situación es distinta. Los capataces son cada vez menos legítimos. Y hay un entusiasmo nuevo, nuevos movimientos. Es cierto, no son perfectos. Pero abren esperanza. ¿Cuánta fuerza tendríamos si estuviéramos juntos? Ese es el polo al que temen los dueños del país, y también la fuerza que nos permitiría, de manera más eficaz, sumar fuerza con los sectores democráticos que todavía existen en la política oficial. Al PC le corresponde estar con esa esperanza, antes que con la vieja política. La Concertación, incluso con el comunismo dentro, no puede reconstruir ni la mitad del entusiasmo y fuerza que generó Lagos o la primera Bachelet. Creemos que estar por una alternativa distinta se lo debe el comunismo a su historia, y se desarrollaría mucho más como fuerza de futuro. A pesar que discutimos mucho con ella, creemos que el legado de Gladys Marín está más cerca del FA que de Lagos, compañero de coalición del actual PC.

El FA no nació sólo para limitarse a la izquierda, ni tampoco a lo social ni a estar en la calle. Pero eso no se resuelve acompañando a los capataces del fundo. Debemos hacer política, por cierto, pero hoy es más cierto que nunca que la NM no es la única posible. Política hoy es lograr que aparezca una nueva política, propia de una nueva República. Habrá nuevas izquierdas, pero también nuevos centros y nuevas derechas. Una nueva política que exprese a la sociedad chilena que realmente existe, no a los fantasmas que a veces nublan el juicio, esos que llevan a creer que Bachelet es Allende y que el FA es el MIR. En el Chile que realmente existe, la mayoría no se siente ni de izquierda ni de centro ni de derecha. Para reconstruir una democracia, basados en los movimientos de esos chilenos, para eso los necesitamos; a ustedes, a nuestra historia, y a muchos más. Aún estamos a tiempo. El pueblo que lucha unido, jamás será vencido.

Víctor Orellana, investigador Fundación Nodo XXI, Izquierda Autónoma.

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