En 1778, Francia decidió apoyar militarmente la lucha por la independencia de los Estados Unidos, y la figura clave para que eso sucediera, fue el embajador norteamericano en París: el investigador, científico, político, inventor, maestro masón y polímata, Benjamín Franklin.

Donald Trump no se parece casi en nada a Franklin. Tiene más pelo, habla mal, es millonario, no es humilde, es destemplado, bullicioso, desordenado, inmoderado, poco casto y su cultura no es en modo alguno comparable a la del sabio del siglo 18.

De hecho, de la lista de trece virtudes que Franklin estipuló para cultivar en su vida cuando tenía veinte años, probablemente Trump sólo cumple con tres: es diligente, sincero a su manera, y probablemente justo, o al menos dice serlo. En el resto, son totalmente opuestos.

Sin embargo, es posible que ambos puedan lograr un cambio radical en la política francesa: en el caso de Trump, favoreciendo la llegada al poder del histórico Frente Nacional, encabezado por Marine Le Pen, en las próximas elecciones del 23 de Abril –primera vuelta–, y definitivas, el 7 de Mayo de 2017.

Ante esta posibilidad, los liberales de izquierda y derecha, la propia derecha económica, la ultraizquierda y todos los demás del establishment, están totalmente “désolée”, “être dans une impasse”… en un callejón sin salida.

Y esto, porque la elección francesa tiene muchas similitudes con lo ocurrido en Estados Unidos.

En 2002 el padre de la actual candidata, Jean Marie Le Pen, se presentó por cuarta vez a las elecciones presidenciales, y obtuvo un sorprendente 17% de los votos en primera vuelta, enfrentándose al candidato de centro-derecha Jacques Chirac, que había obtenido apenas un 19%.

En ese trance, la izquierda francesa llamó a apoyar a Chirac con la notable consigna: “vota al ladrón, no al facista”. Así, la izquierda y la derecha unidas derrotaron, al menos en esa elección, al “fascismo galo”.

La situación en las próximas elecciones es similar.

Frente a Marine Le Pen, en la elección del próximo año se presentará el candidato conservador Alain Juppé, claro favorito del establishment, y exprimer ministro entre 1995 y 1997, con una larga carrera en la administración francesa, equivalente a la que desarrolló Hilary Clinton en EE.UU. En 2004, Juppé fue condenado por malversación de fondos públicos y quedó inhabilitado por un año para ejercer cargos públicos.

Así, nuevamente, los franceses deberán escoger entre “el ladrón o la fascista”… ¿volverá la izquierda francesa a votar por los ladrones?

No todos están seguros de eso.

El ex primer ministro liberal Jean –Pierre Rafin afirmó: “Desde el Brexit la razón ya no prevalece. La señora Le Pen puede ganar”. Por su parte, el eurodiputado francés Philippe Juvin –que está apoyando la nueva candidatura de Sarkozy-, declaró que el “peligro de Le Pen claramente existe”, recordando que Francia tiene una larga tradición contraria a los poderes establecidos: “No entiendes nada de los franceses si no entiendes que somos revolucionarios. Recuerde que hace 10 años votamos contra la Constitución de la Unión Europea en un referéndum. Algo así de grande podría suceder de nuevo. Más grande, de hecho”.

Por su parte, consultada por la victoria de Trump en Estados Unidos, Marine Le Pen afirmó que “él hizo posible lo imposible, por lo que su triunfo realmente es una victoria del pueblo contra la élite”.

El sistema electoral francés es diferente del norteamericano, y un candidato requiere obtener un 50,1% de los votos para resultar electo en segunda vuelta.

Frente a esto, los analistas sostienen que Marine Le Pen nunca resultará electa, ya que su propuesta de retirar a Francia de la Eurozona atemorizan a buena parte del electorado de clase media-alta, seniors, ejecutivos y votantes altamente educados, que no quieren ver sus activos financieros en euros, depreciados en caso de un “Frexit”. Es decir, el equivalente de los votantes “duros” de Hillary Clinton en EE.UU.

Sin embargo, como suelen advertir en a sus clientes en Chile las AFP y los Bancos, “el desempeño pasado no es un indicador de resultados futuros”, y lo mismo es válido para las próximas elecciones presidenciales francesas.

Aunque el Frente Nacional obtuvo sólo el 28% de los votos en la última elección para el Parlamento Europeo, eso no puede aplicarse mecánicamente a la próxima elección. En esas elecciones, los votantes elegían un partido –popular, rebelde y “fascista”, claro está–, pero un partido al fin y al cabo.

En las elecciones presidenciales, los franceses deberán votar por una persona, y en este caso particular –guste o no guste–, por una verdadera celebridad internacional: Marine Le Pen.

Más de 40 encuestas realizadas en los últimos años, prácticamente garantizan que ella pasará a segunda vuelta en esta elección.

Frente a ella, el candidato más probable es Juppé, pero también podría pasar que terminara enfrentando a Sarkozy, un escenario aún mejor para ella.

En cualquier caso, la decisión de los franceses de clase media –obreros industriales, campesinos, trabajadores especializados sin estudios superiores–, se parecerá mucho a la que realizaron sus pares norteamericanos: votar por el candidato del establishment liberal de derecha, o votar por alguien nuevo, desafiante y esperanzador.

Alrededor de París se encuentra un verdadero “cinturón de pobreza e inmigrantes”, la “banlieue”, en que viven más de 12 millones de personas, en la zona más densamente poblada del país.

El 27 octubre de 2005, el distrito de Seine-Saint-Denis se hizo famoso mundialmente, cuando un estallido de cólera popular estalló en la “aglomeración comunitaria” de Clichy-sous-Bois-Montfermell, una verdadera “ciudad partida en dos”, donde viven 60.000 personas, situada en tierra de nadie a sólo 15 kilómetros de París, a la que llega sólo una línea de autobús.

Esa noche, centenares de jóvenes –de origen magrebí y subsahariano en su mayoría–, incendiaron automóviles y locales comerciales, realizaron barricadas y se enfrentaron violentamente a la policía, en protesta por la muerte de dos jóvenes electrocutados cuando intentaban esconderse de la policía en un transformador.

La revuelta se extendió a otras ciudades, y el cinturón de París ardió por dos semanas, mientras los intelectuales del deconstruccionismo hablaban del ascenso del Islam y del fracaso de modelo laico en los guetos franceses y los políticos del establishment hacían gala de su total hipocresía.

El nivel de cesantía en Francia se encuentra sobre el 10 %. Frente a ello, Marine Le Pen ha sostenido que el trabajo en su país debe ser para los ciudadanos franceses:

“A competencias iguales los empleos deben reservarse en Francia para los franceses. Si hay un francés que pueda cubrir ese empleo, creo que debe ser el francés el que consiga el trabajo y no un español. Pero considero normal que España haga lo mismo”.

Frente a la ley del matrimonio homosexual, recientemente aprobada en Francia, Le Pen asegura que si llegara a la presidencia francesa la “derogará” aunque “no descasará” a los que ya se han unido en matrimonio.

“Creo que el matrimonio está reservado para una mujer y un hombre. Que es así como se han construido nuestras sociedades, que es lo que ha preservado el equilibrio de nuestra civilización”. Le Pen está asimismo en contra de la adopción de niños por parte de las parejas del mismo sexo.

Sin embargo, donde el Partido de Le Pen ha obtenido sus mejores resultados, es en las medidas económicas que ha venido planteando, totalmente anti-liberales, anti globalistas, centradas en la mano de obra local, el fomento de la producción interna industrial y agrícola, y muy próximas a las que también propone la izquierda económica.

Particularmente, Le Pen ha propuesto reducir la deuda externa francesa, devolviendo el poder económico al Banco Central francés, desligándose la gran banca internacional. También quiere salir de la Eurozona, retornando a una especie de “Patrón Oro” –un estándar polimetálico–, separar la banca en entidades de depósito y de inversión, y volviendo a industrializar el país fortaleciendo los servicios públicos, al mismo tiempo que recortará los subsidios.

En suma, un programa económico que ataca tanto a la derecha como a la izquierda, cuyos modelos han demostrado consistentemente su absoluto fracaso, llevando a más de 200.000 franceses a perder su empleo desde la elección de Hollande en 2012, y entregando el país a los especuladores mundiales.

Así, el Frente Nacional de Marine Le Pen ha analizado cada problema de la economía francesa, ofreciendo respuestas eclécticas, algunas quizá irrealizables e incluso incoherentes entre sí, pero en cualquier caso, nuevas respuestas a viejos problemas que hasta ahora no han tenido solución.

De este modo, el Frente Nacional se presenta como el gran salvador de la economía francesa y de la vieja y gloriosa Francia de la V República al mismo tiempo.

El próximo año, los franceses deberán volver a escoger “entre el ladrón y la fascista”.

Pero la verdad es que la elección, al igual que lo sucedido en Estados Unidos, será entre la Élite y el Pueblo.

Veremos qué deciden entonces los “Infantes de la Patria”. “HOY ESTADOS UNIDOS. MAÑANA FRANCIA”

Alexis López Tapia
Director Rutas de Nuestra Geografía Sagrada

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