El exclusivo jet ejecutivo que utilizó la presidenta Michelle Bachelet para seguir a la selección chilena a Sao Paulo, Brasil, es uno de los aviones favoritos de más de una decena de figuras mundiales.

Se trata del Gulfstream (G-IV), el que tiene un costo que bordea los US$ 40 millones (25 mil millones de pesos, aproximadamente), dependiendo de la configuración y lujo con que se solicite. Desde la década de los 90 la empresa ha construido más de 500 aviones, siendo las fuerzas armadas de Estados Unidos, Israel, Alemania, Marruecos, entre otros, los principales operadores.

La hora de vuelo, según especialistas, bordea los US$ 7 mil, o sea, unos 4 millones 400 mil pesos. A pesar de ello, es reconocido como asequible por grandes figuras mundiales, como los actores Tom Cruise y Jim Carrey, los cantantes Julio Iglesias y Justin Bieber, además del golfista Tiger Woods.

Este modelo de jet ejecutivo está en el ojo del huracán en Estados Unidos por el mal uso que han dado secretarios del gobierno de Donald Trump. Inclusive le costó la renuncia la semana pasada del secretario de Salud, Tom Price, luego que medios de comunicación de ese país revelaran que la ahora exautoridad había hecho uso del G-IV para fines personales.

En Chile existen cuatro modelos operando en el espacio aéreo. Uno corresponde al del empresario dueño de La Tercera, Qué Pasa, Pulso y Unimarc, entre otras compañías, Álvaro Saieh. Otro pertenece a la empresa Aerocardal, que lo arrienda a famosos, futbolistas o para el traslado de empresarios. Mientras los otros dos están inscritos a nombre de la Fuerza Aérea de Chile (FACh), de los cuales el último fue adquirido el 2015.

Estos dos ejemplares se reconocen por los números que le asignó la FACh, 911 y 912, los cuales están para el traslado de los jefes de Estado, ministros de Defensa y altos mandos militares, incluyendo al Estado Mayor Conjunto u invitados especiales. Fueron comprados de “segunda mano”, de hecho el último se transfirió desde la empresa Crown Credit Company Ltd.

Además, son utilizados para el traslados de los presidentes a sus casas de veraneo, como ocurrió con Sebastián Piñera y luego con Michelle Bachelet. También se ocupa para viajes que realizan las autoridades a países cercanos.

Sus principales características son que alcanza una velocidad superior a los 900 kilómetros por hora y vuela a 44 mil pies de altura, por lo cual las turbulencias son menores e incluso pueden hacer en menos tiempo un trayecto que con un avión de pasajeros como el Boeing 737-500, que no supera los 33 mil pies.

Sin embargo, en tema de costos es alto, ya que tiene una capacidad menor de pasajeros que un avión comercial.

La mantención de estos aviones es cara, pero de todos modos menor a otros modelos semejantes, lo que lo transforma en una inversión más asequible para gobiernos, corporaciones o personas naturales.

Interior del G-IV

Al volar a 44 mil pies de altura las turbulencias prácticamente no existen. Sus asientos en todas las versiones son cubiertos en cuero, cuenta con un baño que va en la parte trasera, por lo que antes de despegar o al aterrizar, el personal a cargo debe armarlo, ya que está al final del pasillo, antes de la bodega.

Tiene una cocina básica, pero con el suficiente espacio para moverse dentro de ella. Los asientos se reclinan de forma práctica, siendo más acogedor el vuelo.

En el caso de los aviones de la FACh, estos tienen tres ambientes. El primero cuenta con cuatro asientos que se miran unos con otros o se pueden rearmar en filas. Luego viene el segundo, que tiene una mesa instalada no plegable, por lo que se entiende que sirve como comedor. El tercero tiene un sillón largo y dos asientos que se miran entre sí.

En las paredes principales tiene monitores que sirven para leer la velocidad que lleva el avión, la altura y el mapa que indica el lugar por el cual vuela y la distancia que todavía queda para llegar al destino.