Las fuerzas socialdemócratas han pasado de ser dominantes en Europa a prácticamente la irrelevancia, superadas a izquierda y derecha por propuestas más radicales que la socialdemocracia.

Como recordaba recientemente The Economist, a principios de siglo hubiera sido posible ir desde Escocia a Lituania sin pisar un país gobernado por la derecha. Hoy, apenas podría pasar de Francia a Italia.

El PASOK en Grecia, el PSOE en España, el Partido Laborista británico, el alemán SPD, o el PSF francés -todavía en el gobierno, pero con malas perspectivas de mantenerse ahí-, eran siglas asociadas al poder que han pasado a representar papeles secundarios.

“La socialdemocracia es una sombra de sí misma”, sentenció en la televisión alemana NDR el analista político alemán Albrecht von Lucke, cuyo último libro está dedicado “al fracaso de la izquierda”.

Von Lucke culpa a “las terceras vías” -encarnadas por Tony Blair en el Reino Unido y Gerhard Schroeder– de la pérdida de identidad de estos partidos: “significaron el fin de las políticas de izquierda en sentido propio”, afirmó, citando un reproche frecuente a los socialdemócratas.

La sombra de la “pasokificación”

La sombra de la “pasokificación” -en alusión a la casi extinción del Movimiento Socialista Panhelénico, que gobernó Grecia gran parte de los años 1970 y 1980 y que hoy cuenta con 15 diputados de 300- recorre Europa.

“En cierto modo, (los partidos socialdemócratas) son víctimas de su propio éxito, porque muchas de las cosas que defendían se dan ahora por descontadas, como el Estado del bienestar”, explicó a la AFP la doctora Isabelle Hertner, profesora en política del King’s College de Londres.

Conquistadas la educación o la sanidad universales y gratuitas, la socialdemocracia se enfrenta al reto de renovar su oferta, y entre tanto, otras propuestas se imponen y le adelantan, por ejemplo las que hablan abiertamente de acabar con la inmigración y los refugiados, un tabú para la izquierda.

“En Europa se imponen las políticas de la identidad, más que las que se dirigen al conjunto de la sociedad. Creo que (los socialdemócratas) no saben explicar que unos buenos servicios públicos benefician a todo el mundo”, sostuvo Hertner.

Los ciclos electorales -con la tradicional alternancia izquierda/derecha- pudieron jugar un papel, pero se da la circunstancia de que el último hizo que la gran crisis le estallara en las manos a la socialdemocracia, en el Reino Unido, España, Grecia y Portugal, por ejemplo.

“Un montón de partidos de centroizquierda estaban en el poder (en el momento de la crisis), y la gente pensó, ‘si no regulastéis los mercados, ¿para qué votaros?"”, explicó Hertner.

La gente miró hacia otros lados, se enconmendó a los conservadores -en España o el Reino Unido-, a los nacionalistas -en los países del Este o en antiguos bastiones regionales de la izquierda, como Escocia- o más a la izquierda, como en Grecia, con Syriza.

La gran paradoja

El expresidente socialista del gobierno español Felipe González, explicaba recientemente que el Partido Popular seguirá gobernando España mientras haya 40 diputados a la izquierda del Partido Socialista Obrero Español, en alusión a los 67 de Podemos, una situación no vivida desde el regreso de la democracia.

“Por toda Europa, aparecen partidos creados con una base activista”, dijo Patrick Dunleavy, de la London School of Economics, en un encuentro con la prensa la semana pasada, citando a Podemos y Syriza, al Movimiento 5 Estrellas en Italia.

El alcance en el tiempo de estas formaciones alternativas a las tradicionales -“con un nombre reconocible, un buen método de organización digital, activistas muy fervientes”- es una incógnita, dijo Dunleavy.

Para Nick Clegg, que fue líder del Partido Liberal Democrático británico que se desmoronó en las urnas en 2015 tras prestarse a gobernar en coalición con los conservadores, “el populismo” se ha erigido en la principal amenaza a formaciones moderadas como la suya, cuyas propuestas podían compararse a la socialdemocracia.

“Los populistas aseguran que los problemas complejos pueden resolverse con soluciones simples, invariablemente divisivas. Construye un muro para mantener alejado a los mexicanos. Sal de la Unión Europea. Divide al Reino Unido. Reduce la inmigración. Culpa al Islam. Detén a los banqueros. Acaba con el libre comercio”, explica en su libro de memorias recién aparecido, “Politics. Between the Extremes”.

Felipe González calificó la situación de “gran paradoja”, en una entrevista con la revista española Jot Down. “No hay otra salida a la crisis, a la decadencia europea, a las políticas de austericidio, no hay otra salida más que una propuesta socialdemócrata renovada y adaptada a los desafíos del siglo XXI. No hay otra. Para España igual. Y la paradoja es que la socialdemocracia no parece en condiciones de ofrecer esa alternativa”.