El Partido Socialista llegó este 19 de Abril a su 84′ aniversario, lo hizo con un buen resultado en la tarea de refichaje de sus militantes, como las nuevas exigencias legales lo exigen; y con una alta participación en las elecciones internas de las que surgió la nueva directiva, presidida por Álvaro Elizalde, en un proceso que salvando diferencias políticas de consideración logró evitar quiebres internos al Partido.

Pero, también el PS llega a estos festejos ante nuevos desafíos, que conllevan preguntas, de cuya respuesta depende el futuro político de Chile, en los próximos años. La más importante y crucial es si el bloque de la Nueva Mayoría sorteara las dificultades existentes y se mantendrá unido, para hacer frente a los cercanos comicios presidenciales y parlamentarias. La distancia que se ha generado entre sus Partidos, y la ausencia de voluntad unitaria para continuar bregando juntos que se manifiesta en los dichos de muchos de sus líderes, indica que esa es una meta difícil.

Era sabido que el retiro de Lagos, tal como lo repetí y anticipe, iba a crear un vacío político de proporciones, cuyo efecto inicial sería disminuir la posibilidad de la realización de las primarias para la nominación de una sola candidatura del conglomerado de gobierno. Así ha ocurrido. Hay preocupación ante lo que la Junta de la DC puede resolver el 29 de Abril.

Ya se habla con insistencia que no hay primarias, que las postulaciones presidenciales irán directo a primera vuelta, con 2 listas parlamentarias. La unidad parece artículo en desuso, creciendo la brecha que separa a fuerzas políticas que han estado unidas en muchas luchas, que saben que una división es un favor gratuito a la derecha más sedienta de lucro y poder, pero que aún así no dan muestras claras de querer sostener juntos un proyecto-país.

Si no hay un cambio de mentalidad, se va a separar lo que estuvo unido casi tres décadas, si se toma como inicio del acuerdo estratégico entre el centro y la izquierda, los contactos realizados desde fines del 86 en adelante, con vistas a encarar el plan pinochetista de institucionalización de su régimen de dictadura castrense bajo mando unipersonal.

Si la perspectiva de desunión se concreta ¿qué va a pasar?, ¿cómo se va a hacer frente a la regresión conservadora y ultramercadista con que el piñerismo se propone volver a La Moneda? ¿qué alianza será la que se opondrá al bloque que viene a deshacer un país que le desagrada?

Si más fuerzas se necesitan para alejar el riesgo de una involucion que conduzca a una fractura social en el país, ¿cómo puede aceptarse que el alejamiento entre las fuerzas de gobierno se haya transformado en una opción de la que ya se habla como poco menos que un dato de la realidad? Y que incluso haya ciertas voces de apoyo al distanciamiento de los demócratas chilenos.

Lo peor es que parece que algunos creen que es bueno que gane el piñerismo para “agudizar” las contradicciones sociales
, olvidando el costo social que el pueblo siempre paga ante los desvaríos y la ceguera política; hace ya mucho tiempo que se comprobó que la gente humilde no tiene ni lejanamente el buen pasar que ostentan aquellos que se arrogan el rol de pensar en su reemplazo.

Además, es grave y mueve a perplejidad que la dispersión política que se vive, alentada mediáticamente con mucha destreza y arte, parece acomodar a algunos que se dejan llevar por la ambición de que a río revuelto mayor será la ganancia que pueden obtener, sin reparar el giro profundamente a la derecha que se impondrá al país, si lo que impera es la confusión y el desorden de quienes debiesen estar unidos.

Es común el argumento de que “el país cambió” para justificar las más variadas conductas, y es verdad ese factor, ya que el Chile de hoy es otra realidad en relación al inicio de la transición democrática, pero la responsabilidad política que jugó un rol decisivo en la lucha contra la opresión y por la libertad de la nación no puede pensarse como un objeto fuera de uso. Hay que reponer ese sentido superior que hizo posible derrotar la dictadura. ¿O ahora se cree que solo era válido para “el siglo pasado”?

Estas interrogantes ameritan revisar y rediscutir la totalidad del proceso que se vive y despliega ante nuestros ojos como si no se pudiera hacer nada, ante una alternativa que se condena y rechaza, pero ante la que nada se hace seriamente para evitarla. No se puede vanalizar lo que está en juego. En un nuevo aniversario, el Partido Socialista tiene ante todo una tarea política de unidad que resulta primordial y de la que depende su propio futuro.