Siempre se dijo que existe una barrera entre las diferentes clases sociales presentes en nuestra sociedad, pero pese a estar en el año 2015, tales fenómenos clasistas aún persisten fuertemente en algunos países.

Y eso es algo que se puede ver en Perú, nación vecina donde existe un muro de 10 kilómetros de largo construido en Lima que separa a una de las urbanizaciones más ricas de la ciudad con uno de los poblados más pobres, pues aunque resulte extraño, ambas clases comparten un mismo cerro.

Si bien para algunos es el muro de la vergüenza, la clase más adinerada no concuerda que tal barrera de concreto sea algo discriminatorio.

Cada persona que tenga una propiedad tiene el derecho de poner una barrera para protegerla. “Además, siempre ha habido una relación de vecinos con los del otro lado. Mi empleada y mi jardinero son de allá”, son las palabras de Elke McDonald (residente acomodado que vive en el lugar desde 1958) al medio de noticias BBC Mundo.

Tal publicación detalla que a uno de los lados de este extenso muro está el exclusivo sector Las Casuarinas, creado en los años 50 en una propiedad privada del cerro San Francisco, en el distrito de Surco. Tales mansiones pueden costar más de US$5 millones ( $ 3.446.775.000) en esta zona y cuentan con una vista panorámica de todo Lima.

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Mientras que al otro lado crecen poblaciones periféricas que surgen sin permiso municipal y los vecinos denominan como Pamplona Alta, ubicadas en el sector de San Juan de Miraflores y debido a su precariedad no tienen ni luz ni agua.

Pamplona Alta cuenta con el barrio de Vista Hermosa, donde una casa armada solo con plástico y material ligero alcanza solo los US$ 300 ( $ 206.807)

¿Método de seguridad o total discriminación?

Según cuentan residentes antiguos del lugar, este muro empezó a construirse en los años 80, específicamente en la época del terrorismo y del avance de invasiones en el país vecino.

“Como un método de cuidarnos de tales invasiones, decidimos que lo mejor era limitar el lugar con un muro y así protegerse del peligro presente en el lugar, por eso financiamos una parte importante del muro”, destacó Elke McDonald.

Frente a tales dichos, Sara Torres, pobladora de Pamplona Alta, duda de que sus vecinos invadan Las Casuarinas y afirma que el muro es injusto: “Si hay un acuerdo con los del otro lado, ya no creo que invadan su espacio. Creo que esta barrera de concreto solo se hizo con el afán de que no se mezclen las clases sociales”.

Por otro lado, los vecinos de Las Casuarinas afirman que gracias al muro ellos se sienten más seguros: “Lamentablemente Perú no es el país más seguro del mundo. Para vivir en un sitio que ofrezca esa tranquilidad que todos deseamos, es necesario tener esta especie de barrera”, fueron las palabras de Joaquín Valdez, que vive en Las Casuarinas desde hace 11 años.

Tales declaraciones el hombre las indica debido a que al lado pobre se encuentra San Juan de Miraflores, distrito de Pamplona Alta que según la ONG Ciudad Nuestra representa el segundo sector más inseguro en todo Lima, arrojando que en el 48% de hogares de este sector hay por lo menos un delincuente.

Por otro lado, Surco, distrito correspondiente a Las Casuarinas, ha sido catalogado por la misma ONG como es el cuarto más seguro de Lima. Aunque registra víctimas de algún delito en el 37% de sus hogares.

Si bien la seguridad es un tema importante dentro de una sociedad, los vecinos de Flor, como Alicia Yupanqui, opinan que el muro más que un método “seguro” es una forma que tiene la clase alta de “discriminarlos”, ello porque sus casas son “de mal aspecto, de esteras y plástico”.

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Declaraciones que para Elke McDonald son “malintencionadas”, porque piensa que toda persona tiene derecho a cercar su propiedad privada como mejor le parezca y para nosotros el muro representa esa alternativa. Pero si podemos ayudar al resto lo haremos dice el hombre, quien no duda al momento de brindar ayuda a su jardinero y nana.

El urbanista Pablo Vega Centeno explica que la construcción de muros como este ocurre por la necesidad de marcar diferencias sociales con elementos físicos. “Es miedo a la cercanía social. Por afirmar mucho la seguridad interna seguimos una lógica de miedo al exterior, de exclusión en casi toda Latinoamérica”.

Debido a ello, la vista hermosa y privilegiada a la cual podrían acceder los vecinos de Pamplona Alta, quedará solo como parte de un sueño que por ahora se ve casi imposible de realizar.