Con sus faldas de tul rosa chicle, sus encajes y otras florituras, las japonesas propagan una moda acaramelada que ha conquistado a artistas estadounidenses pero irrita a las feministas.

El estilo popular bautizado “kawaii” (tierno), un adjetivo usado normalmente para los niños, mezcla los conceptos tradicionales japoneses de pureza e inocencia con la estética de muñecas y mascotas idolatradas, del estilo de Hello Kitty.

Lleva más de 40 años en Japón, pero su expansión internacional ha cobrado una nueva dimensión con los guiños de estrellas estadounidenses. Katy Perry, Lady Gaga o Ariana Grande hicieron suya esta estética simbolizada en el pop japonés por ídolos como Kyary Pamyu Pamyu, de 22 años.

El espectáculo de mujeres con diademas de orejas de gato, faldas con vuelo y camisetas estampadas con dulces de fresa o personajes de dibujos animados no es del agrado de todo el mundo.

Las feministas de Occidente lo consideran una cursilería que infantiliza. “Disfrazar a una mujer de niña es convertirla en una persona inofensiva, impotente y digna de condescendencia”, se exaspera Hadley Freeman, columnista del diario británico The Guardian.

“El que una mujer se vista de muñeca no quiere decir que quiera que la traten como si lo fuera”, contesta Misha Janette, adepta de este estilo y presentadora del programa televisivo “Kawaii international”.

Jiji Press | AFP

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Un placer egoísta

En un país que valora el conformismo, esta moda excesiva abre una ventana a la expresión personal, añade, pese a no estar desprovista de reglas.

Ilustra también la capacidad de los japoneses de encerrarse en sí mismos e ignorar las miradas ajenas que despiertan por su extravagancia.

El mundo conoce las calles de Tokio por ser refugios de tribus de modas desmesuradas, que van desde las escolares góticas a las princesas de tonos pasteles, con una voluntad común de desmarcarse de una muchedumbre de “salarymen” en trajes oscuros y de empleados de oficinas, siempre de gris.

“Cuando aquí emerge una nueva estética femenina, es más con el objetivo de darse un gusto que para seducir”, afirma Tiffany Godoy, redactora jefa de la revista The Reality Show.

La cantante Momo Ninomiya, con sus calcetines cortos de volantes, su falda estampada con motivos florales y su cita en el pelo, acude al barrio de Harajuku, reino de la excentricidad vestimentaria de Tokio, para completar su atuendo, ya de por sí cargado.

“Me gustan las cosas lindas, por eso me gusta vestirme así”, confiesa la cantante de 26 años a la AFP.

“Algunas de mis amigas sienten vergüenza cuando van conmigo si voy vestida así, pero no creo que haya nada malo en este estilo”, aduce.

La redactora de moda Tiffany Godoy tilda de retrógradas las críticas feministas. “Este modo de pensar está pasado de moda. La forma en la que las niñas se visten es lúdica y esta ropa las hace felices. Molesta a algunos porque no es una manera tradicional de vestirse, eso es todo”.

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