Un proyecto de ley para tener en cuenta la voluntad de los pacientes en “fin de vida”, pero que no incluye el suicido asistido, ha reabierto en Francia el debate sobre la eutanasia.

El presidente François Hollande anunció el viernes la organización en enero próximo de un debate parlamentario sobre las medidas propuestas al respecto por dos diputados, uno de la mayoría de izquierda y otro de la oposición de derecha.

Entre esas medidas, que serán objeto “rápidamente” de un texto legislativo, según el equipo del presidente, figura el derecho a una “sedación profunda y continua” para enfermos incurables que la pidan.

Los médicos estarían obligados a respetar el rechazo al ensañamiento terapéutico expresado de antemano por un paciente, lo que no ocurre hoy.

Hollande, que prometió durante su campaña para la presidencia una “asistencia médica para terminar la vida con dignidad”, afirmó posteriormente que para mejorar la legislación vigente en Francia desde 2005 era necesario un “consenso”.

La ley actual, llamada Leonetti por el médico y diputado conservador que fue su relator, permite administrar medicamentos contra el dolor, en algunos casos incluso si los mismos “acortan la vida”

Jean Leonetti es autor junto con el diputado socialista Alain Claeys de las propuestas hechas públicas este viernes.

Hollande recalcó que la ley actual es “poco conocida y mal aplicada”. En el nuevo texto, el pedido vendrá del paciente “al que hay que evitarle el sufrimiento”, dijo el presidente, evocando un “gran avance”. Pero no pronunció las palabras “eutanasia” o “suicidio asistido”.

Según dos recientes sondeos, nueve de cada diez franceses son favorables a la eutanasia para las personas en estado vegetativo y para las que sufren enfermedades incurables, pero el Comité Nacional Consultivo de Ética, evocó a fines de octubre pasado una “división profunda” de la sociedad al respecto.

Algo que incita necesariamente a la prudencia a Hollande, cuyas reformas de sociedad, como el matrimonio homosexual, legalizado en mayo de 2013, han dado lugar a un enorme movimiento de protesta de los sectores más católicos y más conservadores de la sociedad.

La Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad (ADMD) criticó el viernes el proyecto, estimando que el mismo hará “morir de hambre y de sed a los pacientes que llegan al fin de la vida”.

El impacto de casos dolorosos

El presidente de la Asamblea Nacional (Cámara Baja), el socialista Claude Bartolone abogó recientemente en favor de la legislación de la eutanasia y del suicidio asistido para ciertos casos de pacientes condenados o inconscientes que hayan expresado de antemano ese deseo.

Por su parte, asociaciones cercanas al movimiento que se opuso al matrimonio homosexual se unieron bajo el lema “Aliviar no matar”, y lanzaron una petición en línea contra la eutanasia que, afirman, reunió ya 23.000 firmas.

Dos casos que acapararon la atención de la prensa francesa volvieron a plantear en junio pasado la cuestión de la eutanasia en Francia.

Por un lado, la absolución por la justicia de Nicolas Bonnemaison, un médico juzgado por haber acortado la vida de siete pacientes en fase terminal.

Por el otro, la situación de Vincent Lambert, tetrapléjico de 38 años en estado vegetativo, cuya suerte dividió a su familia.

Tras una larga batalla jurídica en Francia, el Tribunal europeo de Derechos Humanos ordenó su mantenimiento en vida hasta que se pronuncie sobre el fondo del caso, a pedido de los padres de Lambert pero contra la opinión de su esposa y de sus médicos.

La eutanasia está legalizada formalmente sólo en tres países europeos (Holanda, Bélgica y Luxemburgo), pero otros autorizan o toleran alguna forma de ayuda a morir, en particular Suiza, que legalizó el suicidio asistido, es decir que la persona por ella misma la dosis mortal.