Con la fervorosa emoción con que en Chile se celebra un gol de la Selección, el miércoles pasado los medios festejaron a coro que Chile había sido calificado como el país menos corrupto de América Latina… Bueno, un primer lugar compartido con Uruguay.

Pero cuando hacemos una lectura más detenida sobre esas estupendas buenas notas que nos pusieron los de Transparencia Internacional, nos surgen muchas dudas. Muy grandes dudas. Por un lado, nos resultan dudosos los fundamentos de tales calificaciones. Por otro, nos resulta muy sospechosa la distribución de buenas y malas notas a los 174 países enrolados en esa lista.

En tercer lugar, nos damos cuenta de que no tendríamos por qué darle tanta importancia a una entidad privada vinculada claramente a un paradigma económico y político, cuyo estilo publicitario se expresa de partida cuando dice “transparencia” en vez de decir “corrupción”. Es como cuando los periodistas sensibleros usan la palabra “error” cuando debieran decir “crimen”.

Y en cuarto lugar, lo más importante: ¿De qué corrupción se está hablando?…

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