La creencia popular señala que los medicamentos y el alcohol jamás se deben mezclar, pero ¿que hay de cierto en esta afirmación?

Al respecto, José Antonio González Correa, profesor de Farmacología y Vicedecano de Investigación de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Málaga (España), señaló en el diario español El Mundo, que el alcohol efectivamente interactúa con varios fármacos.

“Beber esporádicamente alcohol inhibe el metabolismo hepático de algunos fármacos, es decir, cambia el modo en que el hígado procesa y elimina esos medicamentos. Al disminuir su metabolismo, aumenta su actividad. En cambio, la ingesta regular de elevadas cantidades de alcohol aumenta el metabolismo de los medicamentos y reduce su efectividad”, explica.

En este sentido, indica que por ejemplo, “la interacción del alcohol con algunos antiepilépticos puede tener importantes consecuencias, en ocasiones disminuye su eficacia y genera un mal control de la enfermedad. Pero no hay que olvidar que, por sí mismo, el etilismo agudo puede precipitar una crisis convulsiva en cualquier persona”.

Por otro lado, quienes ingieren regularmente anticoagulantes orales tampoco deben beber “El metabolismo de acenocumarol [más conocido como Sintrom] o de warfarina, dos ejemplos de anticoagulantes, puede disminuir y por tanto aumentar su efecto lo que puede derivar en la aparición de hemorragias. Sin embargo, la ingesta crónica de alcohol favorecería la ineficacia de estos tratamientos”, advierte.

Antibióticos

En relación a los antibióticos, González Correa dice que es completamente cierto que el efecto de éstos puede disminuir si bebes alcohol. “Cuando se toma esporádicamente, el alcohol aumenta el metabolismo hepático de estos fármacos y disminuye su concentración en sangre, por lo que su presencia en el lugar donde debe de hacer efecto es menor y también lo es su eficacia. Esta falta o disminución de efecto se puede dar en macrólidos y quinolonas, que se usan para tratar infecciones de garganta, urinarias o respiratorias”.

“Por otro lado, con algunas cefalosporinas, antibióticos pertenecientes al grupo de beta-lactámicos, la ingesta de alcohol precipita la aparición de una serie de síntomas. Se conoce como efecto antabús o efecto tipo disulfirán y se trata de manifestaciones clínicas que pueden ser leves o graves, y que van desde rubor facial (cara colorada), náuseas, vómitos, ansiedad, hasta incluso taquicardia, hipotensión, insuficiencia respiratoria o encefalopatía”, explica el profesional, quien agrega que el efecto antabús puede aparecer también con el uso de metronizadol (antibiótico anaerobicida y antiprotozoario), muy utilizado en las infecciones bucodentales o en óvulos vaginales para tratar ciertas infecciones.

Antiinflamatorios

Cuando bebes alcohol mientras consumes antiinflamatorios -sean no esteroideos (ácido acetilsalicílico, ibuprofeno) o esteroideos (prednisona)- pueden generarse “pequeñas lesiones en la mucosa gástrica que provocan epigastralgia (dolor de estómago), pirosis (sensación de quemazón a nivel retroesternal causada por el reflujo del contenido gástrico hacia el esófago) e incluso, en casos de ingestión crónica (de los antiinflamatorios), la aparición de úlceras y hemorragias digestivas (principal complicación de la úlcera gástrica o duodenal)”, explica el médico.

Analgésicos

De acuerdo al especialista, el más complicado de mezclar con alcohol es el paracetamol. “El alcohol aumenta la actividad enzimática del hígado y, en el caso del paracetamol, este incremento de su metabolismo se traduce en la aparición de un metabolito (una sustancia producto de la transformación que sufre el fármaco en el hígado). Curiosamente, este metabolito es un importante tóxico para el propio hígado”.

Por ello, afirma que “el consumo de paracetamol debe realizarse de forma cuidadosa en todas las ocasiones, se recomienda no superar la ingesta de 4 g de paracetamol al día. Sin embargo, el consumo de alcohol puede provocar que la cantidad diaria de paracetamol necesaria para producir un problema de toxicidad hepática, resulte menor”

Medicamentos cuyo efecto es potenciado por el alcohol

Por otro lado, González Correa comenta que sustancias depresoras del sistema nervioso central como benzodiacepinas (diazepam, bromazepam,…), barbitúricos (pentobarbital, tiopental, …), analgésicos opiáceos (codeína, buprenorfina, morfina,…), entre otros, pueden potenciarse con el consumo de alcohol.

“Como todos sabemos, el alcohol disminuye la actividad cerebral, lo que se traduce en una pérdida de reflejos, problemas en el habla, descoordinación de movimientos e incluso pérdida de la conciencia y coma. El alcohol potencia los efectos de todos aquellos fármacos que actúan a nivel cerebral, sobre todo de los que disminuyen la actividad neuronal”, complementó.

Otras consecuencias

Desde el Instituto Nacional de Abuso de Alcohol y Alcoholismo de Estados Unidos, señalan que en general “el alcohol, así como algunos medicamentos, puede provocar sueño, letargo o mareos. Tomar bebidas alcohólicas en combinación con medicamentos puede potenciar estos efectos secundarios. Es posible experimentar dificultades para concentrarse o para llevar a cabo actividades mecánicas. Aun pequeñas cantidades de alcohol pueden resultar peligrosas al manejar. Si además se mezclara el alcohol con ciertos medicamentos, el peligro aumentaría. La mezcla de alcohol con ciertos medicamentos podría ocasionar caídas y heridas serias; principalmente, entre las personas mayores”

“Algunos medicamentos, incluyendo muchos de los analgésicos de mayor uso y remedios para la tos, el resfrío y las alergias, contienen más de un compuesto químico que podría interactuar negativamente con el alcohol. Lea la etiqueta del envase de su medicamento para determinar exactamente cuál es su fórmula. Si tuviera dudas acerca de cómo podría interactuar el alcohol con algún medicamento que estuviese tomando, pregúntele al farmacéutico”, añaden.

En el organismo además publican una lista de fármacos que interactúan con el alcohol. Puedes revisarla aquí.