Estados Unidos capturó a un sospechoso clave en el caso del asalto en 2012 al consulado de Washington en la ciudad libia de Bengasi, que provocó una intensa polémica sobre seguridad en la esfera política estadounidense.

El sospechoso, Ahmed Abu Jatalá, fue detenido el domingo en Libia durante un operativo entre las fuerzas estadounidenses y agentes del FBI.

El Pentágono informó que durante el arresto no se registraron víctimas y que el detenido permanece en custodia en un “sitio seguro fuera de Libia”.

Como en otras ocasiones similares, el detenido permanece a bordo de un barco militar, antes de ser enviado en avión hacia Washington para enfrentar cargos legales.

“Comparecerá frente a la justicia y deberá responder por sus actos”, dijo el secretario de Estado John Kerry.

El secretario de Justicia, Eric Holder, explicó que sobre el acusado pesan tres cargos, entre ellos “asesinato de una persona durante un ataque contra un establecimiento federal”, y que “otros podrían sumarse en los próximos días”.

Abu Jatalá se enfrenta a la pena de muerte y debe comparecer “en los próximos días”, según un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional (NSC, en inglés).

- Pieza clave -

El portavoz del Pentágono, el contraalmirante John Kirby, precisó que el detenido es “una figura clave” en el ataque contra el consulado estadounidense en Bengasi el 11 de septiembre de 2012 que dejó cuatro estadounidenses muertos, entre ellos el embajador Christopher Stevens.

Bengasi, donde estalló en 2011 la revuelta que terminó con el régimen del presidente Muamar Gadafi, fue escenario además de otros ataques contra intereses occidentales.

“Con esta operación, Estados Unidos demostró una vez más que hará todo lo posible para que se haga justicia cuando se ataca a los estadounidenses”, reaccionó Barack Obama.

“Seguimos esforzándonos para llevar ante la justicia a los responsables de los ataques de Bengasi”, agregó el mandatario.

Este arresto es un “hecho importante” pero no marca “el fin del trabajo” sobre el ataque al consulado en Libia, estimó por su parte el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, durante una conferencia de prensa.

Según una investigación del diario The New York Times publicada en diciembre, Al Qaida no participó directamente del asalto, sino que fue perpetrado por atacantes locales.

En una entrevista con el periódico en 2012, Abu Jatalá, un líder rebelde local que despreciaría a Estados Unidos a pesar de la ayuda que Washington prestó para derrocar a Gadafi, admitió haber estado presente en el consulado en el momento del ataque pero negó haber sido responsable del hecho.

- Tormenta política -

El ataque al consulado de Bengasi provocó una tormenta política en Estados Unidos y acentuó las diferencias entre republicanos y demócratas en materia de seguridad.

La oposición republicana aumentó sus críticas contra el gobierno demócrata de Obama, quien en ese entonces estaba en plena campaña de reelección, por lo que el Departamento de Estado tuvo que reconocer fallas en materia de seguridad.

El anuncio de la captura el martes generó un escenario poco habitual de unidad política sobre este caso.

“Evidentemente es una buena noticia que este terrorista esté ahora en manos de los estadounidenses y saludo el trabajo de nuestros militares -ayudados por el FBI- que permitió su captura”, comentó el republicano John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes.

Los republicanos continúan manteniendo que la falta de preparación del Departamento de Estado contribuyó directamente a la tragedia de Bengasi.

En un primer momento, el gobierno explicó que el atentado fue provocado por la publicación de un video islamófobo en YouTube. Esta versión fue rápidamente refutada. Luego, el gobierno presentó ante el Congreso miles de páginas con documentos internos, pero los republicanos siguen convencidos de que la Casa Blanca no dijo todo y buscan pruebas de manipulación.

Además, a principios de mayo crearon una comisión especial en el Congreso que planea volver a convocar a la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien denuncia una maniobra política para socavar su eventual candidatura presidencial.